Colorear, el sencillo acto de iluminar superficies desnudas, tiene algo más que un propósito de creación. Es un ejercicio de liberación, de conexión con nuestro propio interior…
Es muy posible que asocies el ejercicio de colorear con la infancia. El olor de los lápices y esos dibujos listos para adquirir vida, son sin duda un pasado muy querido para todos nosotros. Ahora bien, te interesará saber que en los últimos años este arte tan entrañable ha pasado a ser algo más que una tarea orientada de forma exclusiva al público infantil.
“Colorear es un ejercicio terapéutico y de rehabilitación en diversos tipos de trastornos y enfermedades”.
Más allá del ámbito clínico, la relevancia que está adquiriendo esta moda ha hecho que empiecen a publicarse fantásticos libros de colorear orientados al público adulto. ¿La finalidad? Lo llaman el arte anti-estrés, pero la verdad es que va mucho más allá.
Colorear este tipo de dibujos es guiar nuestra mente por universos satinados de fantasía, de mágica sencillez, en la cual, desconectar de los problemas diarios y disfrutar de un acto tan sencillo como es pintar una serie de complejos dibujos.
Jóvenes autores como Johanna Basford representan a día de hoy una tendencia con mucha repercusión. Dos de sus libros: “El jardín secreto” y “El bosque encantado” son un ejemplo de un éxito editorial donde millones de adultos han quedado cautivados por este arte tan terapéutico como liberador.
- Es un ejercicio sencillo que induce a la persona en un estado de tranquilidad interior donde desarrollar procesos cognitivos básicos como la concentración en una tarea, la creatividad y la motivación.
- Establece una conexión interior, donde la mente deja por un instante y en un segundo plano el medio exterior, para quedar suspendida en esa dimensión personal donde armonizar sensaciones a través del color, donde aliviar la ansiedad o el estrés.
- Niños con distintos tipos de necesidades y deficiencias, pueden beneficiarse, por ejemplo, del ejercicio de colorear mandalas, una tarea ya muy asentada a nivel psicopedagógico.
Colorear es una acto silencioso donde se ejerce una poesía interna a través de múltiples emociones, y el mundo, parece armonizarse de pronto. Todos podemos beneficiarnos de este ejercicio.
Hay quien elige el rotulador, otros los lápices de colores o las ceras. Sea como sea, la opinión siempre es unánime: estamos ante una forma de arte que gestiona de un modo muy elemental el estrés, al ofrecernos todas estas dimensiones:
- En el acto de colorear ponemos en funcionamiento los dos hemisferios, se coordina la imaginación con la lógica, la precisión con la inventiva, la concentración con la liberación interior.
- No hace falta colorear para liberarnos del estrés de forma obligatoria, es decir, no solo adquieren estos libros quienes llevan una vida marcada por la presión y la ansiedad. En absoluto. La mayoría los eligen por su belleza estética, y porque pintar, evoca a su vez ese lado artístico y creativo del que todos disponemos.
- Cada persona tiene unas inquietudes y se sumerge en estos dibujos o bien por curiosidad o porque siente pasión por el arte. Sea como sea, el acuerdo parece ser unánime en cuanto a los beneficios “relajantes”.
Colorear “sana” muchos otros aspectos. Puede desbloquear muchas emociones internas al guiarnos en un paseo a través del color. Nos obliga a elegir unas determinadas tonalidades que, de algún modo, llegan a evidenciar nuestro estado anímico.
En ocasiones, cuando distintos tipos de terapia más guiadas suelen fallar, ejercicios como colorear permiten a la persona disfrutar de un pequeño instante de independencia a la vez que de soledad. Esa conexión que se establece con nuestro interior puede llegar a ser un ejercicio muy catártico.
Como dato curioso te diremos que Carl Gustav Jung ahondó en el arte de colorear mandalas. Según él, las imágenes circulares ejercen un proceso curativo para el alma, y de ahí su magia. Es por ello que la gran mayoría de libros que se venden en la actualidad, siempre incluyen fascinantes representaciones donde casi nunca falta la forma circular. Siguen siendo mandalas implícitos.
Cuando uno dibuja, o pinta se ejercita la mente. Lo que hacemos en primer lugar es buscar información, interiorizamos el propio dibujo, y luego, elegimos los colores en base a orientaciones personales. Y mientras lo hacemos, meditamos, organizamos ideas y liberamos tensiones… ¿Puede haber algo mejor?
Natalia Piedrabuena fue uno de los integrantes en la ciudad de Río Gallegos que llevó unos dibujos para pintar al centro nuclear.
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