El dolor es una de las experiencias más frecuentes y desafiantes para quienes transitan un tratamiento oncológico. Puede aparecer por la propia enfermedad, por efectos secundarios del tratamiento o incluso por ansiedad y tensión acumulada. Reconocerlo, aceptarlo y abordarlo es clave para mejorar la calidad de vida.

Muchas personas piensan que sentir dolor es “normal” y que hay que soportarlo. Sin embargo, el control del dolor es parte del tratamiento: no es debilidad pedir ayuda, es cuidado de uno mismo. Existen múltiples estrategias que combinan medicación, terapias físicas y apoyo emocional:

  • Medicamentos analgésicos y opioides: cuando son indicados por el equipo médico, ayudan a mantener el dolor bajo control.

  • Terapias complementarias: fisioterapia, masajes, acupuntura y técnicas de relajación pueden disminuir la intensidad del dolor.
  • Ejercicio adaptado: movimientos suaves y dirigidos pueden mejorar la movilidad y reducir molestias musculares.
  • Apoyo psicológico: la ansiedad y el estrés pueden aumentar la percepción del dolor; aprender técnicas de respiración y manejo emocional ayuda significativamente.
  • Comunicación constante con el equipo de salud: describir cuándo, cómo y cuánto duele permite ajustar tratamientos y estrategias de alivio.

Es importante recordar que cada persona vive el dolor de forma diferente. Por eso, un plan individualizado es siempre la mejor opción. El objetivo no es solo reducir el dolor físico, sino también preservar la energía, el ánimo y la independencia para seguir con la vida cotidiana.

💡 No estás solo/a: hablar del dolor y pedir ayuda forma parte de tu derecho como paciente. Si sentís que tu dolor no está bien controlado, comunicate con tu equipo de salud.