Un nuevo estudio publicado en BMJ Oncology analizó a más de un millón de personas y encontró que la soledad y el aislamiento social pueden influir en la evolución del cáncer y en el bienestar de quienes atraviesan esta enfermedad.
Durante un tratamiento oncológico, el cuerpo y la mente enfrentan múltiples desafíos. En ese contexto, sentirse acompañado o sostenido emocionalmente puede tener un impacto importante en cómo se vive el proceso y en la capacidad de afrontarlo.
La soledad no siempre significa “estar solo”. A veces se trata de no sentirse comprendido, de no tener con quién compartir los miedos o las dudas que aparecen durante el tratamiento.
Cuando la soledad se prolonga, puede aumentar el nivel de estrés, afectar el descanso, la alimentación y hasta la respuesta del sistema inmunológico. Por eso, las redes de apoyo —familia, amigos, grupos o profesionales— pueden cumplir un rol protector.
Sin embargo, es común que durante el tratamiento muchas personas se aíslen: por cansancio, por los cambios físicos, por miedo o simplemente porque sienten que los demás no saben cómo acompañar.
Aunque no se puede afirmar con certeza que la soledad cause un peor pronóstico, estos hallazgos suman evidencia de que los aspectos sociales y emocionales pueden desempeñar un rol importante en el bienestar de las personas con cáncer.
Por eso, los autores del estudio sugieren que en el futuro podría ser valioso integrar evaluaciones psicosociales dentro del seguimiento clínico. El acompañamiento emocional no reemplaza al tratamiento médico, pero sí puede complementarlo y mejorar la calidad de vida.
