En la práctica clínica, no es raro que el tratamiento oncológico tenga efectos sobre el metabolismo, o que una persona con diabetes deba ajustar su control durante el tratamiento contra el cáncer.

Estas dos condiciones pueden influirse mutuamente, y entender esa relación ayuda a prevenir complicaciones y mejorar la calidad de vida.

Efectos de los tratamientos oncológicos sobre la glucemia

Algunos medicamentos utilizados en oncología pueden aumentar los niveles de glucosa en sangre, generando una hiperglucemia transitoria o secundaria.
Entre los más frecuentes:

  • Corticoides (como la dexametasona o prednisona): se usan para controlar náuseas, inflamación o reacciones adversas, pero pueden elevar significativamente la glucemia.

  • Quimioterápicos y terapias dirigidas: ciertos fármacos alteran la sensibilidad a la insulina o la función pancreática.

  • Tratamientos hormonales: en algunos cánceres (como el de mama o próstata) modifican el equilibrio metabólico y pueden influir en el control glucémico.

Estas alteraciones suelen ser reversibles, pero requieren seguimiento médico y, en algunos casos, ajustes temporales en la medicación para la diabetes.

 Impacto en el tratamiento y la recuperación

Un control inadecuado de la glucemia puede afectar la respuesta al tratamiento o aumentar el riesgo de infecciones, retrasos en la cicatrización o fatiga.
Por eso, mantener los niveles de glucosa dentro de un rango adecuado es parte del cuidado integral del paciente oncológico.

Trabajo en equipo: oncología y endocrinología

Cuando el cáncer y la diabetes se presentan juntas, el trabajo coordinado entre oncólogo, endocrinólogo y nutricionista es fundamental.
Este enfoque multidisciplinario permite:

  • Ajustar medicación y horarios de aplicación.

  • Supervisar posibles interacciones.

  • Diseñar planes de alimentación acordes al tratamiento.

  • Prevenir complicaciones metabólicas.

Hacia una mirada integral

El cuerpo no separa sus sistemas: lo metabólico, lo inmunológico y lo oncológico están interconectados.
Comprender esta relación permite personalizar los tratamientos y acompañar mejor a cada paciente, más allá del diagnóstico principal.