Las ostomías son procedimientos quirúrgicos que salvan vidas al permitir que el cuerpo siga funcionando tras ciertos tratamientos oncológicos; implican cambios físicos y emocionales, pero con acompañamiento médico y dispositivos adecuados, los pacientes pueden mantener higiene, confort y una buena calidad de vida.

En oncología, muchas veces la palabra ostomía aparece en el camino de los tratamientos.

Para quien la recibe, no es solo un procedimiento médico: implica un cambio profundo en la manera de relacionarse con su cuerpo, con su intimidad y con la vida cotidiana.

Las ostomías —ya sean temporales o permanentes— salvan vidas.
Permiten que la digestión o la excreción puedan seguir su curso cuando un tumor o una cirugía modifican el funcionamiento natural del organismo.

Pero más allá del aspecto clínico, requieren acompañamiento, información clara y un equipo de salud dispuesto a escuchar.

Una ostomía es una abertura creada quirúrgicamente en el abdomen para desviar el tránsito de los desechos corporales hacia una bolsa colectora externa.
Puede ser temporal o permanente, según la indicación médica.

 Tipos principales de ostomías:

  • Colostomía: se conecta el colon a la superficie abdominal.
  • Ileostomía: se conecta el íleon (intestino delgado) a la superficie abdominal.
  • Urostomía: se deriva la orina hacia el exterior.

Motivos más frecuentes en oncología:

  • Tratamiento quirúrgico de cáncer colorrectal.
  • Complicaciones intestinales derivadas de tumores u obstrucciones.
  • Cirugías pélvicas que afectan vejiga o colon.

Hoy se cuenta con dispositivos especializados que permiten mantener higiene, confort y una vida activa tras la cirugía.
El seguimiento con el equipo médico y la educación en cuidados específicos son claves para prevenir complicaciones, como irritaciones cutáneas o infecciones.

Las ostomías no solo forman parte del tratamiento quirúrgico del cáncer: en muchos casos representan una medida indispensable para preservar la salud y mejorar la calidad de vida de los pacientes.