Bastet

Soy M.M.A, nací en San Rafael Mendoza el 26 de febrero de 1990. Tengo tres hermanas, tuve una infancia feliz, de la cual acopio buenos recuerdos: muchas tardes de pileta, buenas calificaciones y actos coloridos.

Mi adolescencia pasó rápido. A los 17 comenzó mi vida laboral, donde el primer desempeño fue en una farmacia y de ahí no paré. Trabajé en una veterinaria, un kiosco, un correo, un casino, un taller mecánico, de promotora, hasta que finalmente encontré un trabajo donde pensaba jubilarme: una farmacia. . El trabajo era bueno y yo no necesitaba grandes ingresos. Había logrado comprarme un auto, no tenia mayores gastos y no pagaba alquiler, ya que me había hecho mi casita detrás de la casa de mis viejos.

Comenzando junio del 2016 entré a trabajar ¡Qué lindo, no podía ser mejor! Estaba en blanco, casi todos los compañeros eran buena onda y me daba tiempo para trabajar e ir al gimnasio con mis amigas.

En diciembre empecé a salir con un chico divino que conoci en el club L, con quien podía hacer todo lo que me gustaba como andar en bici, salir a correr, caminar, escaparnos de la ciudad a escalar algún cerro, incluso cocinar o salir a comer afuera, todo era felicidad.

Yo estaba acostumbraba a hacerme todos los chequeos con mi médico, año tras año durante diciembre, para empezar el año con todo y este no fue la excepción, sólo que a mediados de febrero cuando estaba en el trabajo ya casi por irme, me dió una puntada super fuerte en la vagina y cuando fui al baño me había bajado el periodo pero muy abundante. Pensé que era normal, ya que siempre cambiaba de marca de pastillas y por ahí la que estaba tomando me había hecho mal. Me puse una toallita y me fui; tenia el auto a unas cuadras en una playa de estacionamiento y no podia caminar de los dolores. Llegué al auto y llamé a mi médico. Le pedí verlo en ese momento y me dijo que me esperaba. Al llegar me pidió unos análisis y me dijo que hiciera reposo. Al día siguiente me hice los estudios y sorpresivamente dio positivo el análisis de embarazo ¡No lo podía creer! ¿Cómo podía ser? Yo tomaba bien la pastilla, cambiaba de marca pero la tomaba bien. Los dolores no se iban y el sangrado tampoco. El médico me indicó unas pastillas para retener al “bebé”, que tampoco se veía en las ecografías, ni se sentía el latido. Todo indicaba que no había bebe, pero teníamos que esperar. El médico me indicó un análisis cuantitativo, tenía 273.400 y ahí si no quedaron dudas, no era un embarazo. No uno normal por lo menos. Y obviamente seguido de un legrado y biopsia resultó que tenia una mola ocupando el útero y no un bebé.

A la semana cuando fui al control con mi médico tenia otra vez hemorragia, entonces me hicieron una ecografia y la mola seguia ahí, todavia no teniamos el resultado de la biopsia, no se sabía o yo desconocía que tenía y ya me estaban haciendo otro pedido de internación.

Lloré camino a casa.

¡No quería suero, no queria estar internada, no queria ver a mis viejos preocupados, a mi pareja sin dormir por causa mía! Me fui a casa a bañarme y a juntar mis cosas para pasar mas dias en el policlinico tranquila, como si fuera a armar el bolso para ir a pasear pero contrariada por la situación.  Recuerdo que cuando llegué a la guardia, el chico de la entrada preguntó si era paciente de JME y ahí me di cuenta de lo que estaba pasando. Como tenia hemorragia pidieron dadores de sangre. Por su parte, mis viejos llamaron a mis tios de San Juan y antes de media noche tenia la habitación llena de gente.

La hemorragia por un lapso de tiempo se cortó ¡Yo creo que fue por el miedo que tenía! Me intervinieron al otro dia en la mañana, yo pensaba que era el final y que pronto estaría en casa con mis cachorros. Y así fue en un principio, sólo que no deje de tener hemorragia y cuando fui a ver a mi medico sin dudarlo y con la biopsia de mi primer legrado me derivo a Mendoza. Eso fue un lunes y un miércoles a primera hora ya estaba revisada y derivada para hacerme tomografia, resonancia, análisis completos y todo lo que piden los medicos cuando saben que algo no anda bien.

Volví a San Rafael, saqué turnos, llamé a muchos conocidos que me apuraron los informes y los fui a buscar una mañana antes de ir a desayunar con mi ahijada S. Mientras estábamos desayunando le conté a mi amiga A., que los estudios no estaban bien. ¡Que había algo mal o muchas cosas mal!

No le di la mayor importancia y en la tarde hablando con un amigo que tiene tomografos en Mendoza, le pregunté como al pasar, cuál era la palabra que podia decirme que no estaba bien en el informe y confirmó mis sospechas. Ya sólo quedaba viajar y ver que me esperaba.

Una vez en mendoza fuimos a ver al médico al que nos habian derivado, es un especialista toco ginecólogo J.E, de quien se me quedó fija su cara al ver los estudios y a su vez, yo no podía sacar los ojos de mi mamá, ante la confirmación: ¡Tenía cáncer. Que locura! Yo tenía cáncer. Algo que me parecía tan lejano, tan de película…y no pude evitar pensar: ¡Qué bueno me tocó a mí, si le hubiese tocado a alguna de mis hermanas no lo hubiese podido soportar!

Camino al auto donde estaba mi papá me preguntaba ¿Yo tengo cáncer? ¿Yo que soy vegetariana, hago deporte, no como frito, no tomo ningún medicamento, no tomo alcohol, no fumo, no consumo sal o azúcar, ¿ Yo tengo cáncer? ¿Y cómo decirle a mi papá esa noticia? ¡Qué difícil! No me salían las palabras y mi mamá lloraba. Estoy segura de que ella quería tomar mi lugar y yo no queria que nadie sufriera por mí.

El médico me dio unas direcciones donde podia ir a ver primero que nada como congelar óvulos y segundo el óncologo. Esa misma tarde fuimos a la clinica de fertilidad, discutiendo con mi madre. Yo no quería tener hijos ¿Para qué iba a congelar óvulos?, tampoco podía olvidar que estaba saliendo con L y él era parte de mi historia, tenía que consultarle. Le llamé y el quiso que hiciera el tratamiento, el cual no era fácil, pues tenía que inyectarme la panza como 12 dias y despues ver si podiamos sacar algo de calidad para congelar.

Volví a casa a autorizar todos los papeles y regresamos a Mendoza para una ecografía. Era lindo viajar, por lo menos veia a mis tíos más seguido ya que ellos también viajaban a acompañarnos a los médicos y clinicas despues almorzabamos o simplemente mis viejos se despejaban más que conmigo.

Mientras llegaban las autorizaciones y me seguian haciendo “ecos” fui a conocer a quien sería mi oncólogo Un hombre de pocas palabras y no muy simpático, pero bueno. El miró mis estudios y me transmitió buena energía. Dijo que me iba a curar. Después de unos días, recibi un audio de la Dra. de fertilidad. Mi cuerpo no tenía muchas posibilidades de extracción de óvulos. Ella me proponía “intentar” Y Yo pensaba: ¿Intentar? ¿Intentar mientras esto sigue avanzando? ¿Intentar cuando ya tengo higado, riñones, pulmones con metástasis? ¡No! ¡Definitivamente no podía darme el lujo de intentar, dejando pasar el tiempo y que ésto siguiera creciendo! Igualmente me cito para hablar. Viajamos nuevamente cuando me explico todo yo sentía que no iba a ningún lado, que lo único que les interesaba era el dinero. Salí prendida fuego a la vereda y en lo único que pensé en ese momento fue llamar al oncólogo. Ni bien me atendió le dije que quería comenzar inmediatamente. Y que me quería sacar todo. . El médico me preguntó si tenía donde alojarme.  Obviamente que no tenía pero afirme que conseguiría. Me explicó que tenía que hacer quimio igual pero que no me iba a “sacar” nada, que al día siguiente me esperaban para comenzar los ciclos de quimioterapia.

Por ese entonces creo que ya nada me preocupaba, no tenía más que pensar: ¡Tenía una enfermedad y había que curarla, me mentalicé que ésto no iba a ser más importante que una gripe aunque demorara más en sanarme y no se podía llevar mi día a día! Yo no quería que nada cambiara: las salidas con amigas, trabajo, gimnasio, seguir andando en bici y ¿por qué no? seguir en la pileta.

Llegó el día y muy temprano me extrajeron sangre en ayuna y después nos fuimos a desayunar. Cuando buscamos los resultados, todo estaba diez puntos para comenzar el tratamiento. A las 14 fuimos a la clínica. Yo esperaba encontrar al médico, pero él no estaba y mi corazón se aceleraba más y más ¡.Siempre le tuve miedo a los pinchazos de cualquie tipo y me transpira la espalda de solo pensarlo!

Recuerdo una enfermera que salia a cada rato y decía los nombres de los pacientes que debían ingresar. La sala estaba llena de gente de todas las edades y con todas las caras. Yo siempre tenía una sonrisa de tranquilidad y los ojos de mamá que intentaban decirme que todo estaba bien, pero que yo a su vez podía descubrir que estaba más asustada que yo.

Mientras hacia los papeles con B., la secretaria, oí mi apellido. ¡Qué miedo! ¿Qué es una quimio? ¿Cómo se hace? ¿Dónde me van a pinchar? ¡Ojala no sea en la panza!…

Entré a la habitación y había tres sillones, mantas y una silla para los acompañantes. En ese momento se presentó la enfermera M. diciendo que ella sería mi compañera en el camino. Me vi tratando de no perder el control de la situación y le pregunté con una vos lo más convincente posible, intentando que no se diera cuenta de mi miedo: “Bueno, contame cómo es ésto? .Ella respondió algo que, cuando me acuerdo después de tanto tiempo, sigo llorando: “Acá yo no te explico nada. Vos dame el brazo y si queres llorar este es el momento. No sos tan fuerte como querés demostrar. Yo estoy para acompañarte” Entonces ocurrió, ¡Lloré como nunca antes!, ¡Tenía cáncer, ésa enfermedad que sólo veía de lejos! Ya no tenía miedo, más bien creo que la cabeza es poderosa y que si uno pone buena energia nada puede salir mal,  pero a la vez pensaba en  mis viejos, mis tíos, la familia completa…¿Cómo le iba a contar a mi abuela? ¡Entonces de repente el llanto se llevó la angustia y mi alma se liberó de miles de malos pensamientos y encontré en ellos la manera de salir adelante! Me refugié en todos mis seres queridos, en no hacerlos sufrir, y podría afirmar que comencé un camino de sanación. No de la enfermedad. ¡No, claro que no! Sanación de malos pensamientos, de creer que cancer es igual a muerte.

Recuerdo haberle dicho a M. que no hiciera pasar a nadie. Quería estar sola por si me descomponia o me pasaba algo o simplemente llorar. No quería que nadie lo recordara Tenia mi “celu” con batería completa y me podía sacar fotos, o “molestar” gente con el whatsapp. Estaba toda traspirada y la enfermera se dio cuenta. Le mojé toda la mano cuando me estaba buscando la vena.

Las horas pasaron y me sentía bien. Llamé a mamá y a papá cuando estaba por terminar. Hablé con mi tía R .y charlamos un rato. Cuando salí estaban todos en la sala de espera: mis viejos, mis tíos y una de mis primas. ¡ Qué lindo sentirse querida! Los tíos nos habían alquilado un apart divino para que estuviéramos cómodos hasta el otro día, en que me tocaba otra vez ir a la clínica.

Esa mañana mi auto no arrancó. Los tíos se habían ido y no conseguíamos taxi. Como era cerca se me ocurrió caminar y de paso tomaba aire. Al llegar a la clínica estaba roja como un tomate. ¡Resultó que con la medicacion no te podes poner al sol! ¡Bueno yo, no lo sabía!

Ninguno de los días me descompuse. Estaba feliz, me sentía una heroína.

Al regresar a San Rafael fui a casa de mi abuela. Ella tenía entonces 82 pirulos. La acompañé al centro. Hicimos trámites toda la mañana y cuando volvimos a su casa le dije que tenía que hablar con ella. Juro que no sabía cómo encararla. Ella no es tonta, todo lo contrario y sabía que yo estaba enferma, pero no tanto. La encaré preguntándole que si ella me veía bien. Le recordé que habíamos estado todo el dia afuera y que yo me sentía súper bien que, estaba haciendo un tratamiento en mendoza y que necesitaba que me acompañara siendo fuerte como siempre ha sido. Le recordé que ella era un pilar muy importante en mi vida y no tenía que dudar que me iba a sanar y mientras, cada vez abria mas esos ojos verdes que hipnotizan. Le dije finalmente que tenía cáncer. Entonces me abrazó sin decir ni una palabra. No se le cayó una sóla lágrima. Di unas vueltas y me fui. ¡Yo si quería llorar! Me subí al auto y salí de su casa. Al llegar a la mía, mi hermana me contó que la abuela había llorado cuando me fui. Me sentí mal por no quedarme a consolarla pero yo no estaba en condiciones de quedarme.

Me habían dado ciclos cada veintiún días. Los martes y miércoles el inyectable, los jueves y viernes tomaba un líquido que hacía que me doliera hasta la ropa.

Demás está decir que no pude hacer casi nada de deporte durante todo el tratamiento. L estuvo conmigo ahí, siempre que hice berrinche o me quejé de los kilos que iba subiendo. Como tenía parte de enfermo hicimos algunas refacciones en casa. ¡Eso hacía que me sintiera súper animada y la casa estaba quedando divina! Entre los arreglos estaba el baño, entonces pedí a mi hermana ir a bañarme adelante donde viven mis viejos y mis dos hermanas menores. Llevé todo para mimarme. Mientras me estaba bañando me hice un baño de crema, tenía que cuidar mi pelo aunque seguro algo se iba a caer, pero cuando comencé a desenredarlo parecía que estaba quemado y se sentía cómo se desprendía de la cabeza.

¡Qué impresión más grande! ¡No podía hacer nada para que dejara de caerse!

Llamé a mi hermana. Ella juntó todo el cabello del piso mientras yo llamaba a mi médico desesperada. Él había dicho que no se caería y no fue así.  Sólo me respondió que pelara lo

que quedaba y eso hice. Fui con M., una amiga que tiene peluquería y me pasó la máquina. ¡Para mi sorpresa y no siendo creída, me pareció que nací para estar pelada!¡Qué bien me quedaba! Llegó a encantarme andar por la ciudad y que todos me miraran y lo gracioso es que nadie sospechaba de mi enfermedad, todos creían que me había pelado de trastornada.¡ Ja, ja, ja ,já,!

Dejé el auto en el lavadero y caminé toda la tarde. Al llegar a casa L se había pelado también ¡No lo podía creer! juro que no hacía falta, pero me hizo súper bien su acto de amor.

Por otro lado mi tía, primas hermanas y madre planeaban pelarse conmigo; lo cual no me parecía correcto. A fin de cuentas sin cabello me veía tan natural y de verdad me encantaba como me quedaba. De igual forma todas se cortaron el pelo al hombro.

Al otro día me llamó C, una diseñadora de ropa. Una de mis hermanas trabajaba con ella. El caso es que como yo en mi adolescencia habia sido modelo y ella necesitaba con urgencia una chica para desfilar en un programa de televisión al día siguiente, me preguntaba si quería ayudarla. Primeramente le dije que no pero igual intentó convencerme. Yo no sabía cómo decirle C. estoy pelada. A continuación se lo dije y ella me preguntó ¿por qué?

Cuando le conté y ella de una manera muy natural me pregunto si me animaba igual, entonces al saber que ella estaba tranquila  y le dije que sí, pero yo sabía la reacción de la gente en general  y realmente no quería espantar a nadie.

Temprano a la mañana siguiente, salí “pelada” modelando un hermoso vestido verde Nadie habló del vestido en la nota. Sólo hablamos del cáncer. Me llovieron mensajes de aliento. Mucha gente que me visitaba en casa, entre ellos amigos de la infancia, entre los cuales nos reencontramos con una amiga que ahora vive en Neuquén. Me hicieron notas en diario, radio y revistas de la ciudad. ¡Ya no podía bajar los brazos tenia miles de personas pensando en mí, dándome su buena onda! Me contacté con otras personas con cáncer y manteníamos contacto todo el tiempo.

Los meses pasaban. Algunos análisis no daban bien, pero aprovechábamos de ir a casa de los tíos en San Juan, visitar a los sobrinos o cuando podíamos cruzábamos a Chile a pasear y hacer compras, puesto que cuando se cumplieron los tres meses de parte de enfermo, mi jefe mandó un telegrama haciéndome “Reserva de puesto”, lo cual no sólo significaba que no tendría mi sueldo, sino que tampoco tendría obra social. Después de mucho ir y venir, y por cuestiones legales, la obra social siguió suministrando mi medicación, pero yo tenía que buscar un ingreso de dinero. Entonces, mis tíos salieron otra vez a mi rescate: me regalaron un dinero, con el cual pude comprar ropa y venderla y así salir de algunas deudas. Si bien mis viejos pagaban la nafta y la comida, mis tíos el hospedaje durante el tratamiento, era difícil que llegáramos a fin de mes, siempre faltaba y con la venta de ropa me fue súper bien: A la vez que me sacaba de aprietos y viajábamos mucho.

El tiempo pasaba, los ciclos también y los análisis daban cada vez mejor ¡En los controles el médico sólo me daba más energía con su buena onda y la hormona habia llegado a 0 antes de lo pensado! ¡Mi cuerpo estaba aceptando súper bien la medicación. Llegando a fines de septiembre hice mi última quimio. Viajé en el auto sóla un día antes. Me esperaba una amiga de muchos años para acompañarme al día siguiente, queríamos ir a cenar y ponernos al día. Mi mamá y mi hermana M. viajaron para estar conmigo. Salimos a comer a un lugar vegano que me encanta y a un evento de ropa y en la noche nos volvimos a San Rafael.

A su tiempo me fui haciendo todos los controles y volví a Mendoza por el alta. El médico me dijo que tratara de no consumir azúcar, carbohidratos y que tratara de mantenerme delgada.

Tenía extracciones de sangre quincenalmente y debía regresar a los seis meses a control.

¡En octubre volví al trabajo, tal vez sin cabello, pero sonriente y en bicicleta! El tiempo pasó, me creció el pelo, seguí recibiendo amigas le lejos y mensajes hermosos. La gente iba a mi trabajo a saludarme. Nunca creí que podía dar aliento a la gente con mi historia o tal vez no sentía que fuese importante, pero era mágico ver cómo se ponían al escucharme contarla.

Llegó febrero y con él mi control en el oncólogo con todos los estudios. ¡En la ecografía mis ovarios se veían súper bien! ¡Era increíble después de una mola y tremendo tratamiento! Los ovarios estaban intactos y mi período normal. El médico nos sugirió que nos cuidáramos de un posible embarazo, entonces volvimos a casa felices por la noticia.

Al llegar saqué turno con mi médico para que me recomendara una pastilla o me pusiera el DIU, pero entre una cosa demoré y terminé haciéndome los análisis un mes después.

Estaba realizando trámites de la obra social y cuando salí me llamaron del consultorio de la bioquímica. Cuando la conversación arranca con un “No te asustes”, nada bueno viene…Sucedía que la hormona se había levantado de nuevo y tenía que llamar con urgencia a mi ginecologo y darle la noticia. .  Me pidió que fuera a verlo en cuanto me dieran todos los informes de laboratorio. ¡Esa noche no podía parar de llorar! ¡Otra vez toda! ¡Otra vez parte de enfermo!¡ Y yo que ya había  retomado mi vida!

L, con su mirada tranquilizadora me dijo “¡Y bueno, le vamos a ganar otra vez!”. Yo no quería contarle a nadie, ni que nadie fuera conmigo. Retiré sola los análisis, fui a JM, y junto a M., mi ecografista durante la enfermedad, me hicieron una nueva ecografía que para sorpresa de todos y ¡QUE SORPRESAAAA, tenía latidos fetales mi tumor! ¡No lo podía creer! ¡No podía haber pasado tan rápido! ¡Cuatro semanas y contando súper saludables, estaba embarazada! Mi médico gritaba que le pusiera J si era varón y M si era nena.

¡Difícil de creer! Mi celular no paraba de sonar y no sabía ni dónde estaba parada. Me fui al auto y le mandé un mensaje a L, que decía: “Estoy embarazada”, al que de inmediato respondió” ¡Soy muy feliz!

Volví a casa me acosté con la ropa puesta. ¡No podía creerlo!, ¡Iba a ser mamá!, ¡Yo que nunca me imaginé, iba a ser mamá! .No había pasado ni media hora, que se abrió la puerta de un golpe y entro L y con voz de felicidad me preguntó qué hacía ahí y me invito a festejar.

Fuimos a cenar a un lugar bello y brindamos con tanta alegría. Planificamos ampliaciones de casa, fantaseamos con nombres, con si era nena o varón y sobre todo, guardamos el secreto para poder ir sin presiones a ver a todos los médicos.

Viajamos a Mendoza. El oncólogo nos dijo que lo cuidaramos mucho, al igual que el especialista en embarazos de alto riesgo. Pasado un tiempo “prudencial” y se lo contamos a la familia. No todos lo tomaron con alegría, pero al ver que la pancita crecí y tanto yo, como el bebé estábamos en perfecto estado, todo se fue encaminando.

Me hice muchos estudios y tuve muchos controles. Tenía mucho tiempo para mí, ya que en el trabajo me despidieron cuando lleve el certificado de embarazo.

¡Al principio me enojé, después llegué a la conclusión de que no hay mal que por bien no venga! Vendimos mi auto e hicimos un par de ampliaciones en casa, unas puertas ventanas gigantes, por las que se vean los atardeceres ámbar, en el fondo de la finca, mientras tomabamos mate y disfrutábamos de las mascotas. Amo los perros, tenemos siete. También una chancha, seis gallinas y lombrices haciendo humus. Queremos montar una huerta orgánica. En fin, cuando pensaba que no iba a conseguir trabajo, mi amiga R, que tiene un cotillón, me ofreció hacer tartas dulces para vender a domicilio y fueron un éxito, ella me dio toda la mercaderia y cuando vendia le pagaba y sacaba más.

Avanzado el embarazo, la hermana de mi amiga S me llamó para su dietética, algunos días a la semana, en los cuales disfrutaba de charlar con la gente y escuchar historias. A veces creo que nací para las relaciones públicas. Estaba más que feliz.

Súper disfruté el embarazo. Buscamos muchos nombres, no supimos el sexo hasta los cinco meses porque no se dejaba ver. Mis viejos nos llenaron de regalos y montaron una habitación de princesa para su nieta. Con su papa pintamos la habitación de rosa y blanco, compramos un placad para guardar la cantidad de cosas que nos habían regalado y si mi tía R nos regala a sus sobrinas,  imaginen a su sobrina nieta!!! La fecha de parto era a mediados de noviembre, no faltaba más que un mes y yo quería ir a visitar a mis primas y tios antes de tener a la gorda. Me fui unos días con mi abuela.  Me daba justo el tiempo para estar con mi prima para su cumpleaños y acompañar a mi amiga P en la cesárea.

Volvimos a San Rafael, porque mi viejo cumplía cincuenta y mi mamá estaba organizando todo. Yo tenía unos cuantos encargues de tartas y no podía dejar pasar la oportunidad, era ingreso para comprarle cositas a la enana y yo estaba feliz.

Ese viernes me quedé hasta la madrugada cocinando. L me pidió que me arreglara para ir a llevar a un tío suyo a la terminal. Me puse divina e intenté que mi hermana R llevara las tartas, pero dijo que había salido de la casa. Tampoco contaba con mis otras hermanas y mi mamá me cortó el teléfono. ¡Quería llorar! En eso llegó mi papá medio ofuscado y yo pensaba: “¿Qué les pasa a todos, si siempre están para mí cuando los llamo?

Fuimos hasta el salón y papa queria que entrara por la puerta principal y yo no quería saber nada. Intenté entrar por la cocina y no pude. ¡Al cruzar la puerta descubrí que había llevado las tartas a mi baby shower! Era todo soñado: mis amigas de la escuela, S disfrazada, todas las primas y tías de L, mi ahijada, mis amigas de la vida N, R, V, mis ex compañeras de trabajo, y obviamente mi abuela y hermanas. Había un fotógrafo. Todo el salón decorado con cigüeñas, changuitos, mamaderas y chupetes rosas. Tenía mesa dulce y salada… ¡Era mejor que el mejor de mis sueños! Y yo sin darme cuenta de nada, ni sospechar por las purpurinas que había en casa. ¡Me encanto! ¡La pasé re bien! y despues nos vinimos a casa con los chicos. S se quedó a dormir conmigo como en los viejos tiempos. ¡Y yo pensando hacer algo tranquilo en la tarde del cumple de papa! ¡Qué ingenua soy, con mi madre no se puede hacer nada discreto! También el cumple de papa fue divino, estaba toda la familia: vinieron mis tíos obvio y mis primas L, con su novio N y A con su pareja y los dos niños. También primos de papá con los niños y muchos amigos.

El nueve de octubre, L cumplió treinta e hicimos una súper fiesta con toda su familia de acá, porque sus padres y hermana más chica viven en Mar del Plata y la hermana mayor en Buenos Aires, con F y nuestra sobrina J.

Al acercarse la fecha del nacimiento yo esperaba que alguien de su familia pudiera viajar y justo a la madrugada sonó el teléfono. Era mi suegra. Estaba afuera. L brillaba de alegría, al darse cuenta de que no solo venia su mamá, sino también venia G con su beba! La gorda se hizo esperar y G debió regresar a Buenos Aires. Habíamos hecho el curso de preparto y deseabamos ansiosos los dolores pre parto pero no paso y finalmente el veintiuno de noviembre nos internamos para inducción del parto. Pasaban las horas, y nos rompieron bolsa. A las 17:20 nació por cesárea cambiando para siempre nuestras vidas, con sus tres kilos ochocientos y sus cincuenta centímetros de amor. Desde ese día no sólo mis tardes son color Ambar.