La Poly

Podría haber sido un día de invierno como cualquiera…a las corridas como siempre, yendo a trabajar, clase de  gimnasio  (que lo hacía 4 veces por semana) volver del trabajo y preparar comida,  charla en la cena con mi compañero y a la cama, y así la mayoría de los días.  Pero, ¿qué sentía hasta ese momento? Sentía que había logrado varias cosas en la vida:  que incluía a un compañero que había buscado toda la vida, y finalmente lo encontré, un trabajo que me consideraba estar en mi mejor momento, la casa propia que estamos pagando y  la tesis de  una Maestría que finalizaba… sin embargo, un informe ginecológico indicaba que  todo iba a cambiar.

Una mamografía  marcada un cambio de tamaño del ahora llamado tumor… la ginecóloga, que directamente me derivó a una especialista en mama y repentinamente vinieron dos punciones en menos de quince días, que no dolieron (en mi caso)…pero impresiona la aguja de casi unos 15 cm.

La doctora fue muy clara; “Hay células atípicas. Requiere de una operación del tumor, luego haremos la extracción del ganglio Centinela para ver si hay metástasis, después quimioterapia y rayos”. Venían momentos duros en la vida, el tratamiento se presentaba muy extenso.

Siempre la noticia de la presencia de un cáncer es como un balde de agua fría en invierno. En una primera instancia no hubo reacción. Luego el llanto nacía desde lo más profundo de mí ser… como una niña que se siente abandonada… y todo viene a pasar justo a la misma edad que mi madre falleció de cáncer de estómago. Era tan joven… tenía sólo 43 años… y yo también.

En la primera intervención quirúrgica era tanto el cansancio que venía acumulando del trabajo,  que me entregué a la primera operación con mucho gusto a la anestesia. La recuperación fue buena, iba cicatrizando en tiempo y forma. La segunda operación fue en menos de un mes de la anterior, y determinaría si había extensión del tumor en el resto del cuerpo. Luego de la misma, la doctora  le  informaba a  mi familia  que no había metástasis. La anestesia ya no fue grata… me sentía agobiada, y angustiada. Apenas abrí los ojos, mi doctora muy querida me dio la buena noticia que los ganglios no estaban infectados. Fue de gran placer, pero ya me quería ir a mi casa. Nada me resultaba grato. ¿Sería el efecto de la anestesia? La recuperación de esta operación demandó 10 sesiones de kinesiología para poder recuperar la movilidad total del brazo. Gracias a un profesional de primera, en la tercera sesión ya podía estirar el brazo para agarrar un vaso. Sentí un gran logro. Antes de iniciar las sesiones de kinesiología parecía Napoleón con el brazo cruzado.

Tuve un impasse de 18 días hasta la fecha del turno con el oncólogo. Este tiempo estuvo cargado de emociones, porque desde la Universidad me dieron fecha para la defensa de  la tesis.  Eso implicada que desde la fecha de la operación, tenía 11 días para preparar , y esto me movilizó y entretuvo con copias de CD, encuadernaciones, aviso a bedel, horarios, estudiar al jurado, ir a la peluquería, comprar ropa, maquillaje y practicar la defensa unas 17 veces por día  frente al espejo. Agotador, pero con un eustrés (stress positivo). Me sentía feliz de concluir una etapa de formación profesional que me llevó 6 años en su totalidad. Todo indicaba que nada era casual, sino causal. Este momento  involucraba un  cierre de una etapa. Por instantes me olvidé de las operaciones que había tenido. Sin embargo, estaba claro que el tratamiento aún no había empezado.

Llegó el encuentro con el oncólogo, que no fue menos doloroso que aquél diagnóstico de células atípicas con la especialista en mamas. En mi caso, pienso que me sirvió ir acompañada, porque  cuando te explican el tratamiento en su totalidad, luego que te dicen que se te va a caer el pelo…sólo pude verme en un mar de lágrimas, imposible de seguir escuchando el final del tratamiento. Mi acompañante escuchó todo lo que mi llanto no puedo oír, que luego me lo tradujo, una vez que las lágrimas cesaron.

El tipo de tumor decía ser triple negativo, con una medida que asombraba: 3,7cm  x 4 cm, al momento de la extracción, la doctora me dijo que casi era  una pelota de tenis. Otra razón más para realizar la quimio. El tumor  crecía a la velocidad que iba mi ritmo de vida… muy rápido.

El protocolo indicaba que debía realizar 4 (cuatro) quimios rojas cada 21 días, y 12 (doce) sesiones semanales de las llamadas quimio livianas, después 5 (cinco) semanas de radioterapia, de lunes a viernes. Comenzaba un mundo desconocido hasta ese momento: las ordenes médicas, los números de autorizaciones, los turnos para las quimio, enfermeras, análisis de sangre.

El inicio de las quimios fuertes (las rojas), el cuerpo se transforma. Esta forma de terapia es un poco rara porque, el cuerpo tiene otros síntomas, parece que se va deteriorando, pero en realidad, lo que ocurre es que el  cuerpo reacciona  a las quimio y es parte del proceso de curación.

Hasta las dos primeras medicaciones no pasó a mayores, más que náuseas, algunos vómitos, malestar en general, pero al llegar la tercera, la historia de mi tratamiento dio un vuelco.

Sólo recuerdo la última vez que ingerí comida fue un sábado al mediodía, y la vez que volví a comí y hacer la digestión fue un  miércoles en la cena, Fueron varios días de indisposición, no parar de vomitar… el cuerpo resiste, la quimio estaba actuando en un 100%.

Un mensaje del oncólogo, advierte que si los vómitos y malestar estomacal no paran o si hay fiebre, debería dirigirme urgente a la guardia médica.

Cuando me sentí medianamente bien  y ya no tenía vómitos, pero no retenía la comida,  fuimos a la guardia, recuerdo que era un domingo. Los estudios implicaban una radiografía y análisis de sangre. Los resultados arrojaron un cuadro de neutropenia (disminución de plaquetas que predispone al organismo a contraer infecciones). El médico de guardia necesitaba una interconsulta para informarme si  debía quedar internada… Me encomendé a Dios y mi vieja, para que todo sea lo mejor posible.

La interconsulta dijo que no podía salir a la calle, con tantos pocos glóbulos… sin embargo, el doctor de guardia me preguntó por el celular de mi oncólogo. Recuerdo que ese día faltaban 5 minutos para que inicie el partido que jugaba River- Boca, pensé que no iba atender pero, sin embargo, su respuesta fue inmediata y según lo escuchado, al no tener fiebre, me recetó un antibiótico a través del médico de guardia  y podía ir a mi casa. Sin lugar a dudas, para mi  Dios estuvo ahí.

Todo lo que sucedió después fue amigable. La última quimio fuerte, me presenté al oncólogo diciéndole  “sólo tuve un vómito”, algo milagroso para mí.

Fue muy importante comenzar el tratamiento asistida por una psicóloga, y también empecé  a asistir un grupo con varias mujeres que tienen el mismo diagnóstico, que atraviesan diferentes momentos de sus vidas, en todas sus dimensiones y me alegró el espíritu. Fue y es muy importante este espacio de contención. No estamos solas. A la vida hay que transitarla en profundidad, más aún en los momentos difíciles,  porque ¡¡¡Bien que lo vale!!!  Fue un bálsamo reencontrarme en las miradas de otras mujeres, en sus peladas, y en los pañuelos… y en ese pelo que vaya a saber cuándo lo volveré a ver tan largo como antes de iniciar el tratamiento.  El mismo día que inicié el grupo, rapé mi cabellera. No tenía sentido seguir sosteniendo el poco cabello que me quedaba. La aceptación fue un gran paso, aunque no fue inmediata, llevó varias sesiones de terapia.

El espejo me mostraba otra mujer… era yo, pero a la vez no…qué raro éste sentir. Miré varios videos para saber cómo colocar el pañuelo. Nadie me lo dijo antes pero, por dentro pensaba en cuánto tiempo estaré llevando este pañuelo…sin embargo, ahora puedo decir que ya voy por el quinto mes y todavía falta un poco más.

La miradas de los otros, era un tema que me ponía un poco nerviosa. Sentía particularmente que las mujeres me miraban de manera incisiva, inclusive lo conversé con mi psicóloga. La perseguida era yo.

Recuerdo al principio por un tiempo, llevaba el registro de los horarios de entrada y salida de los vecinos, para no cruzarme con algunos de ellos y no me viera con el turbante.  Luego de la aceptación en su integridad del tratamiento, eso ya no importó. Ahora hasta participo de las reuniones de consorcio, con mi pañuelo, por supuesto.

Puedo decir que ya tengo una linda colección de más de quince pañuelos, así lo combino con la ropa, aros, zapatillas, etc.

En éste mismo tiempo junto a  mi pareja adoptamos una perra, ya adulta de  8 (ocho) años…un amor, fue y es parte de la terapia. El amor que dan los animales no tiene límites, son tan puros y tan conscientes del estado que uno se encuentra. Fue hermoso tomar esa decisión. Cambió radicalmente nuestras vidas, y el tratamiento comenzó otro rumbo, porque había que programar las salidas por la mañana, tarde, noche, las comidas, el baño… y también la cirugía, porque ella también tenía unos tumores en las mamas.

Recuerdo una noche que la sacamos a pasear y cuando regresamos, me sentí agitada, los brazos se me caían del cansancio, no daba más. Nunca antes había sentido terrible cansancio sobre mi cuerpo. No podía pensar, mi anemia era muy fuerte. Las drogas de la quimio seguían actuando.

Recé, pedí oraciones, trataba de descansar,  mi voluntad no era suficiente para sobreponerme a este momento. Pensé que jamás volvería a disfrutar una comida, que me sentiría fuerte, que no volvería a tener hambre…me sentí abatida realmente.

Las palabras de una amiga fueron ese empujón que te vuelve desde el fondo a la superficie: “El Espíritu es más fuerte que el cuerpo”. Tuvo una importancia crucial, para volver a pensar lo que  estaba transitando…, y entender que esta situación también iba a pasar, es parte del camino que debemos recorrer.

Tomar la decisión de renacer todos los días no es una tarea fácil, por cada día con sus noches inclusive hay que darle un sentido. Estaba pasando por las llamadas curvas que tiene la vida, la dirección de la curva iba hacia abajo,  y entendí que en algún debería empezar  a subir.

Finalizar la última quimio roja, fue un gran logro… mi mente ya no podía soportar ese sachet rojo, me provocaba náuseas con  tan solo pensarlo. Concluyó la primera etapa de las quimio.

El tratamiento sigue con doce sesiones semanales de quimios llamadas livianas. Hubo que esperar casi un mes para iniciar porque, los valores en sangre seguían bajos. Fue un tiempo de “cultivación”. Aprendí a conocer los síntomas de mi cuerpo; cuando mis ojos lagrimeaban, cansancio extremo, quería decir que las defensas estaban bajas. La agitación también era producto de la anemia.

Entendí que para llevar adelante este tratamiento, son muy importantes los afectos. Los amigos de trabajo religiosamente estaban preguntando y visitando cuando tenía fuerzas para recibirlos. Mi jefa, atenta en todo momento. Mi familia y mi pareja acompañando cada paso.

Este tiempo de espera, fue beneficioso porque pude conectarme más conmigo misma, aprender de mis modelos mentales, pensar en lo que había vivido y me había llevado a esta situación… mucha introspección, sin juzgar, sólo revisar y mirar.

Por otro lado, me propuse mimarme, que tan bien nos hace y que hace tiempo no lo hacía, entonces fui a una reflexóloga, y con tantos masajes, dormí tan profundo, que al otro día no me ubicaba en tiempo y espacio. También participé en un encuentro como modelo para un equipo de Esteticistas Oncológicas, una experiencia increíble, me masajearon, maquillaron, en un ambiente tan lleno de amor. Tiempo de zambullirse y empezar a escuchar los latidos del corazón. Asistí a encuentros de cuidados de la piel, colocación de pelucas y turbantes. Todo un nuevo mundo se abría ante mis ojos, maravilloso, mágico y esperanzador.

La primera sesión de las livianas, no fue tan rápida como pensaba, había que esperar cómo reaccionaban estas nuevas drogas en mi cuerpo. Recuerdo un calor infernal. En el  brazo donde me colocaron la medicación, al terminar comenzó a supurar… sangre por todos lados, mi amiga corriendo a buscar pañuelos para parar la sangre. Un inicio no tan exitoso.

Cada quimio fue y sigue siendo una experiencia diferente. Hay veces que tarda menos en pasar la medicación y otras veces más.

Sentía  la extensión del tratamiento y también el cansancio. Es tiempo de pausas, en mi caso de bajar las revoluciones, de comprender mi lugar en este momento. El pasado, presente y futuro no es lineal, sino más bien, un círculo que conviven en éste aquí y ahora. Entonces, este diagnóstico con tratamiento tan agresivo vino para curarme. Hoy lo siento así… a cómo venía, y por mi manera de ser,  jamás hubiera podido llegar a esta reflexión. Estaba muy ciega y sorda,  sin registro de mis emociones, en realidad sin registro.

En esta etapa, me volví a escuchar… ya más atenta, sin automatizaciones. Me volví  a sentir fuerte y bendecida…bendita enfermedad que me hizo abrir los ojos y darme una oportunidad de vivir y disfrutar el milagro de vida.

En esta etapa, el pelo empezó a crecer de manera maravillosa, cada día era casi un centímetro. Eso fue muy alentador, porque entendí que quizás volvía todo a la como era antes, sin embargo, luego de la quinta quimio semanal, el pelo que venía creciendo genial, volvió a caerse. Una vez más, había que abrigar nuevas esperanzas. Pero por lo menos logré ver y palpar la fuerza con la  que crecía, algo nuevo desde adentro se viene con otro impulso. Lo tomé como una nueva poda, y a seguir adelante.

Comencé a realizar varias actividades que me conectaban a mí ser interior: yoga, meditaciones, prácticas orientales, atención plena, además de los mimos a los pies, que en ésta etapa de quimio dónde los calambres en los pies son constantes.

Comprendí a partir de lo experimentado que las enfermedades, vienen con  una Gracia Divina, que tan sólo hay que descubrirlas. Dios siempre está a mi lado.

Cada célula renació con la fuerza que se gesta la vida.  Sin dudas, de esto se aprende toda la existencia… pero es tan esclarecedor para uno y el entorno que  luego de transitar diagnóstico y tratamiento,  la vida se expande maravillosamente.

El pañuelo te transforma, te protege, te alerta, te empodera, lo sentí a través de las miradas, los gestos, las palabras. Estoy aprendiendo a registrarme y preguntarme todo el tiempo, cómo me siento, cómo estoy, y lo más importante: aprendiendo a decir No,  si no quiero, no puedo, porque aprendo a descifrar el sentido de cada día. Hay una fuerza que se apodera dentro de ti, que siempre estuvo, sólo que ahora se activó en este momento de la vida.

La vida nunca será igual luego de todo lo transitado. Ahora cada segundo no tiene precio, cada sonrisa es impagable, y entendí que cada encuentro es sublime y, encubre un propósito que debemos explorar.

El tratamiento en términos médicos tiene un principio y un fin, pero para mí es de por vida,  lo que vives en cada etapa te marca para el resto. Lo llevo en mis cicatrices, lo llevo en esa mujer sin pelo y con pañuelo, en cada mirada al espejo que me hizo fuerte. Lo tengo conmigo, cuando levanto el brazo y me tira la cicatriz de la operación de ganglios, y me alerta  para no olvidarme el camino que hizo convertirme en la mujer de hoy.

Sé que es muy duro, y hasta cuesta decirlo, pero en este transitar aprendí a disfrutar del proceso, entendí el amor de pareja, la complicidad y volví a amarme y amar a mí compañero desde lo más profundo. El proceso curativo es para toda la vida, en mi caso, el cáncer fue una señal que no podía desatender de mi interior.

Ya pasaron tres estaciones desde la primera operación (invierno, primavera y verano) y ningún día fue como al inicio. Sigo en tratamiento, ya  falta poco para terminar  las sesiones de quimio… el cansancio es parte del día. Ya amanecerá  ese día que ya no tenga que ir al Sanatorio, lo siento en el aire, en el canto de los pájaros, la brisa que me cubre el alma, y la plena sensación de sanación. Ese día existe, y voy tras de él. Será el fin de una etapa, que íntimamente sólo Dios, mi vieja y yo sabemos lo vivido. Estoy segura que habré renacido desde las células, y ese día será un pleno de  sentir y vivir de un mes de otoño.

Siempre habrá un mañana que renueva nuestras esperanzas, siempre tenemos algo/alguien por quien vivir, siempre podemos cambiar el color del cielo de nuestros pensamientos.

Mis células florecidas son  sólo el principio de todo lo que tengo por resurgir y vivir!!