Ana

Nuestro mundo es una realidad que vivimos y compartimos. Tratamos de vivir, ser felices y hacer reír a los que queremos. Pero cuando recibimos un resultado de una biopsia y esta salió mal…

¿Cómo racionamos?

Tengo 73 años y en febrero del año 2018 detecte en mi mama izquierda dos pequeños nódulos de 1,5 y 1,2 cm.

Sin dudar visite a mi ginecóloga. Para ella todo estaba bien pero por las dudas me derivó a otro profesional más especializado en el tema.

Este médico expreso que esos nódulos eran sospechosos y que requeriría estudios y hasta una punción. En la mamografía no aparecía nada pero en la ecografía si apareció.

Tratando de ser independiente fui a todos los estudios y a la punción sola. Luego de un tiempo me dieron los resultados de los estudios.

Carcinoma invasor de mama.

Cuando leí el informe me sorprendió.  Me decía: “No, esto no está en mi cuerpo”. Lo negaba totalmente. Me fui ese mismo día a completar diligencias. Cuando volví a mi casa llame a mi sobrina, quien había padecido esta enfermedad y la abrace. En ese momento me quebré.

Aquí comienza mi historia, mi camino, mi travesía.

La cirugía debía hacerse lo antes posible ya que el tumor avanzaba rápidamente. Me comunicaron, muy explícitamente, que todo estaría bien si los ganglios no estaban comprometidos. Llego el día de la cirugía y con mucha fe, incondicional y absoluta eleve mi pensamiento a Dios y entre al quirófano muy tranquila.

El obvio apoyo de mi familia sirvió y mucho. Mi hija viajo de urgencia, hermano y sobrinos estuvieron para mí y la presencia de mis amigas que me alentaban  en todo momento

Terminando este traumático trance, los doctores me comunicaron que mis ganglios no estaban invadidos pero que por prevención se extrajo un poco más de tejido y también algún ganglio.

Cuando estaba en la sala con otros operados mis odios escuchaban las historias de otros pacientes, operados de cáncer de útero y otras afecciones tumorales. Entraban y salían, me colocaron un poco de oxígeno y se acercó mi médico para decirme que todo estaba bien. Me trasladaron a mi habitación y al día siguiente me dieron el alta.

No tuve ningún dolor, me recupere muy rápido, me sacaron los puntos y trataba de prepararme para el verdadero tratamiento oncológico. La Quimioterapia. La que todos tememos aunque sabía que es diferente en cada organismo.

Después de visitar a varios oncólogos viaje a Mendoza donde me encontré con un facultativo que elevo mis expectativas y disminuyo mis miedos, que no eran tantos vale aclarar. Nos dio toda la información sobre mi tratamiento y fue así, como un 20 de julio, día del amigo, comencé con mi primera quimioterapia.

Yo quería asistir sola, pero el medico e dijo que debía ir acompañada. Cuando me comentaron todas las posibles reacciones que podía tener mi organismo al tratamiento, le dije: “Un momento doctor, a mí no me va a suceder nada de eso”. Lo dije con convicción, seguridad y fe. Si bien mi cuerpo recibiría un conjunto de drogas fuertes, yo mandaba en él, y con mi mente ordenaba la reacción de cada célula.

Tolere muy bien las drogas, no tuve muchas reacciones adversas aunque siempre recuerdo mucho apetito debido a los corticoides.

Yo pregunte todo. Qué clase de drogas eran y demás. En el maravilloso mundo de la Internet recibí toda la información sobre las drogas que entrarían a mi cuerpo. Cuando me inyectaban en la vena de la mama solo cerraba los ojos y decía:

“Es la sangre de Cristo que me sana y destruye este mal”

En una conversación con mi cirujano, este me dijo: “Usted se ha salvado porque tiene 73 años y es una persona sana”. Yo le dije: “¿Seguro doctor?  ¿Viviré diez años más?” a lo que me respondió: “Uf! Con su fuerza y su optimismo vivirá mucho más”.

En mi cuarta quimioterapia sucedió lo que pensaba que no sucedería, se cayó mi cabello. Perdí gran parte de él. Yo odio los pañuelos aunque los he usado y también turbantes. Al principio me compre un sombrero que me daba seguridad y me hacía sentir mejor. Y debo aclarar que aunque perdí mi pelo no perdí mi  buen estado de ánimo. Iba feliz al tratamiento porque siempre me dije que esto que me tocó vivir era una crisis superable y que de esto no me iba a morir.

Terminada la quimioterapia más pesada, quedando solo una inyección cada veintiún días, comenzó la radioterapia. Me sentía aprisionada y aturdida con el ruido de la maquina pero la mente es poderosa y con fuerza me repetía: “Yo estoy bien, esto es prevención”  y eso me ayudaba a superar el trance.

Bromeaba con los empleados diciendo: “Bueno, ahora viene el desfile de modelos” y cuando estaba con el resto de los pacientes en la sala de espera les decía: “No se preocupen ni estén tristes o desanimados, piensen que están en una fiesta porque esta máquina nos salva la vida”

Recuerdo que hubo días de mucho cansancio, somnolencia, mareos y dolores de piernas. Los debía superar y entonces mis pensamientos y mis recuerdos volvían a los momentos felices y gratos de mi pasado. Los revivía y retrotraía al presente. Con eso elevaba mi alma, mi espíritu y me sentía plena. Eso me reconfortaba y volvía al ruedo.

Uno de es momentos, grabados y escritos que perduran en el tiempo es con mi marido (hace 50 años que estamos casados). Recuerdo como comenzó este romance una noche de verano bebiendo un Don Perignon, el cual, su creador decía: “Vengan todos, que me estoy bebiendo las estrellas”

Siempre en su tiempo llega el verdadero amor, con profunda pasión. Aquel que respira solo por su presencia, por su contacto, que crispa tu piel con una sensibilidad especial. El primer beso, ese beso indescriptible, único e inigualable en el cual desaparecemos en una nube de silencio y placer inigualable. Sus manos entrelazadas, el vínculo perfecto donde las miradas solo susurran vida. Estos momentos felices me hicieron revivir, continuar y decirme: “Yo estoy bien”

Quizás esto termine dentro de poco, quizás siga con alguna que otra pastilla el resto de mi vida pero si tenemos a los afectos de nuestra familia, sobretodo de los pequeños, le ganamos a cualquier crisis que se nos presente.

Si puedo dar un consejo seria el buscar refugio en todo lo bueno que vivimos y borrar los malos tiempos, esto nos hace resurgir con mayor energía. Actuar con buena y firme actitud de recuperación, agradecer todo lo recibido con una sonrisa y vivir la vida, que si uno sabe vivirla es encantadora. Si uno ama y es agradecido cosechara lo mismo devuelta para sí mismo.

Suerte. Dios los bendiga, porque cuando la vida nos presente razones para llorar, hemos de trabajar arduamente para recordarnos que tenemos millones de motivos para reír.