Brevemente les voy a contar mi historia. Soy Beatriz Astorga. Nací en Alto Rio Senguer el 2/2/1955, me vine a vivir a Comodoro Rivadavia a fines 1974 con el “Pelado”, Américo Jorge Carascosa.

Mi vida siempre estuvo rodeada de niños. Joni estuvo con nosotros desde que tenía 1 año, desde que nos fuimos de Rio Senguer siempre estuvo conmigo, siempre a nuestro lado hasta que se casó. Luego Cristian, Miriam y Héctor -todos hijos del corazón, grandes personas-, hoy casados y con sus propias familias.

En 1984 nos dieron a Gastoncito con tan solo 4 meses: su mamá se había criado en la Casa del Niño y no lo podía tener entonces hicimos los papeles de adopción. A los 2 añitos se enfermó, tuvo un paro cardiorrespiratorio y quedó en estado vegetativo. Viajamos a Buenos Aires, donde en el último viaje me preguntaron qué hacía yo para que un hijo viviera, y no era esa la idea, yo quería que me dieran una solución para su estado. Ahí aprendí a colocar una sonda nasogástrica, a aspirarlo y atenderlo en casa con la ayuda del Pelado.

Fui aprendiendo de esas experiencias, y de la mano de profesionales incondicionales y, a la vez, grandes personas y excelentes amigos. Con la kinesióloga Elsa aprendí un montón. Me ayudó a modificar la sonda nasogástrica, le quemamos la punta y ¡hasta nos quemamos los dedos!, pero resultó. Le licuaba todo hasta la carne y las verduras y así con buena y nutritiva alimentación y cuidados, Gastón vivió hasta los 14 años.  Hicimos todo, hasta lo imposible por darle la mejor calidad de vida.

Al año de haberse enfermado Gastón, me quedé embarazada. Me enteré cuando estaba por entrar al quinto mes, porque siempre fui irregular y con tantos problemas no me había dado cuenta. Un día, como siempre primero atendía a mi hijo, mi mamá se había ido a pasear y mi marido trabajaba en el petróleo “6×4” (trabajaba seis días, tenía cuatro de franco). Estábamos solitos con Gastón y se me ocurrió hacer tortas fritas y huevos pasados por agua, me preparé unos mates y me comí 6 huevos con tortas. De esa manera me enteré estaba embarazada, aunque primero pensé era una pataleta, claro.

Fui al médico, me mandaron a hacer una radiografía y me desmayé. Me dijeron que era por los nervios, el clínico me dio un tratamiento con  unas pastillas que no pude completar por lo mal que me caían pastillas. Cuando volvió mi marido del campo, me llevó con la Dra. Cristina, que me revisó y me dijo: “estás embarazada”. Le contesté que era imposible. Me miró y se sonrió, y me pidió hiciera una ecografía y análisis. ¡Sorpresa! Embarazo de 5 meses.

Los cuatro meses siguientes fueron terribles para mí, porque temía por la radiografía que me habían hecho y a mí no me gustaba leer de Medicina. Gracias a Dios, mi hijo nació muy bien, la “doc” y sus colegas me decían: “Beatriz, podemos respirar tranquilos tu hijo es hermoso y sanito”. Por eso siempre digo: en la vida no hay imposibles.

Después de 16 años, yo tuve mi propio hijo. Él hoy tiene 30 años, está casado y tiene una nena hermosa.

A veces pienso porqué siempre me ha tocado cuidar enfermos. Cuando tenía 12 años me llevaron con mi mamá a un pueblo cerca de Rio Senguer, José de San Martín. Mi mamá sufría de ataques de asma y la dejaron internada y por supuesto a mí con ella. Estuvimos casi un mes, yo sin ropa casi, pero por suerte una enfermera que se llamaba Venita me llevaba ropa de su hija. Es más, me llevaba a su casa para que pudiera bañarme y cambiar mi ropa. En fin, mi vida no ha sido nada fácil.

Cuando me vine a vivir a Comodoro, la trajimos con nosotros a mi mamá, la hicimos tratar y por suerte después de tanto andar se compuso. Hoy tiene 100 años y vive conmigo.

En 1980 mi papá, que sufría del corazón, pidió venir a vivir con nosotros, y se quedo casi un año postrado en cama. Y entonces mi casa, siempre pareció un hotel: mucha gente, muchos chicos. Nosotros siempre con la cara alegre, felices.

Mi esposo, en 2007, se enfermó de cáncer de garganta. Al año y tres meses, falleció. Le hicieron quimio y rayos, para él esta enfermedad fue terrible.

A mí en el 2005 me habían hecho una biopsia por unos nódulos en la mama izquierda, en ese momento dio negativo. Tres años después, comencé con ardor en el pezón de mama izquierda, justo venía el mamógrafo de Avon así que fui me hicieron los estudios y al retirarlos me atendió una doctora diciendo que estaba todo bien y que no tenía nada. Cuando le pedí que me explique por qué se me había hundido el pezón, su respuesta fue que yo no podía saber más que los estudios y no me revisó. Entonces me fui; mi marido era prioridad, él estaba muy mal en aquel entonces. El falleció ese año, y yo no volví a consultar hasta mediados 2009.

Pedí consulta con un doctor que me atendió muy amablemente y me dijo: “tenés que hacerte estos estudios urgente”. Los hice a través de APAEC (Asociacion Prevencion y Asistencia En Cancer) en Comodoro. El resultado fue inmediato y el Dr. me dijo que me tenía que operar urgente. Le contesté: “imposible Dr. No estoy bien, perdí a mi compañero y fue terrible”. El me dijo que no podía esperar. Yo le dije: “tranquilo Doc, cuando tenga fuerzas suficientes vengo, se lo prometo”. Y así fue, el 10 agosto del 2010 fui y le dije: “¡estoy lista!”. El me abrazó y me preparó todo y el 16 agosto personalmente fue al hospital y me operó. Ésta fue su última cirugía, luego continuó atendiendo consultas con el mismo amor y profesionalismo.

Lamentablemente, fue un postoperatorio complicado luego de la mastectomía y sacar todos los ganglios de axila izquierda. Estuve cinco días internada con el brazo inmóvil porque cuando me estaban bajando de quirófano, se cae mi brazo y se me aprieta con el ascensor. Mi querido Doctor fue todos los días a verme. Gran persona, ésas que te dan tanta seguridad. Cuando  volví a verlo, para sacarme los puntos, yo sabía: era cáncer.

El oncólogo agilizó todos los trámites y pude comenzar súper rápido mi tratamiento. El Dr. me conocía por haber tratado a mi esposo. Me preguntó: “¿por qué dejaste pasar tanto tiempo?”, pero prometió ayudarme y lo hizo. Hice rayos y quimio.

Luego de la primer quimio se me cayó el pelo, yo ya me había comprado una peluca de cabello corto y de mi mismo color. Llamé a mi amiga Estela y le dije que me pasara la maquinita. Pobre, ella sufría mientras lo hacía, yo le decía: “no te hagas problema los pelos vuelven a salir”. Ella me acompañó durante el tratamiento, es más, el día que el Dr. me dijo que era cáncer grado 4, ella lloraba. Yo no. Le decía: “tranquila amiga, va a estar todo bien”; y así fue.

Durante cinco años, me atendí con una doctora que me realizaba controles cada seis meses. Hasta que comencé con tos y luego no podía caminar porque me agitaba. Consulté con un medico clínico que me pregunto qué pasaba. Le explico, me mira y me dice: “lo suyo es estrés” y me mandó a casa con jarabe para la tos.

Yo seguía igual, volví a ver mi Dra. , pero no mejoraba con los jarabes para la tos y cada día peor. Me acordé de otro doctor con el que ya nos conocíamos, saqué turno con él, luego de revisarme, me preguntó quién me trataba por cáncer. Entonces le conté que había sacado turno con una doctora que era nueva en el Hospital, en el 2015. Me dice: “excelente, ¿cuándo te ve?”. Le dije que el lunes siguiente y me contesta: “dale esta notita”. Y cuando se la recibo, lo miro y le pregunto: “Rodrigo,  ¿lo mío es cáncer de pulmón?”. Me sonríe, me da un jarabe y me dice “sacá urgente turno con el neumonólogo”. Así que ellos dicen estoy enferma y yo digo que tengo cáncer, que la vida es hermosa y hay que disfrutarla y vivirla.

Adoro a mi Doctora. Gracias a ellas y al neumonólogo, ando de diez… he pasado muchas pero no voy a bajar los brazos y sigo haciendo mi vida normal, hoy diciembre del 2018.