Inuz

Que este mensaje sirva para dar esperanza de que la enfermedad se puede vencer.

Soy nacida en Abril, otoño, días apacibles de temperatura agradable, luminosos, noches frescas. Así transcurrían mis días: tranquila, haciendo algunos viajes, paseando, disfrutando mi familia y mis nietos; en paz.

Llegaba junio, el mes que todos los años religiosamente hacía una mamografía, soy cuidadosa y precavida. Pedí turno, esperé el resultado y como en años anteriores, se solicitó ecografía mamaria. Hasta ahí, todo bien. En el informe de este último se sugiere punción; En verdad, me sorprendió un poco. No sabía donde hacerme el estudio. Decido hacerlo en un sanatorio conocido de mi provincia. Pedí turno a una ginecóloga donde me indicó la ecografía con punción. Esperé el resultado, se lo llevo a la doctora y ahí me dio el diagnóstico: CÁNCER.

Nunca había estado enferma, jamás había escuchado ningún informe de una enfermedad. Y así muy tranquila, le dije a la doctora “Ah… ¿y ahora qué hay que hacer?” (Después supe que le había sorprendido mi actitud), a lo que me respondió “Hay que extraer el tumor. Se hacen los trámites correspondientes, se fija la fecha para la cirugía” 11 de septiembre de 2017.

Llegó el día, yo, tranquila. Acompañada por mi hija y mi pareja. 24 horas de internación, el ganglio centinela sano, no sentí dolor alguno. Luego, de alta en mi casa, a esperar la biopsia de lo que me extrajeron para determinar el tratamiento.

Al tener el resultado tuve que  visitar al médico oncólogo, quien nos explica (a mi hija y a mi) el tipo de tumor: el más agresivo. En el momento, no lo entendí bien, o quizás no quise entenderlo.

Me indicaron dieciséis sesiones de quimioterapia, cuatro cada veintiún días, y doce, una por semana.

De estas últimas, pensé que se iba hacer muy tedioso, pero como me dijeron, tómalo como un paseo, y así fue.

Llegó la primera sesión, en verdad no estaba asustada, observaba todo como cuando se va a pasear a un lugar desconocido. Muy buena la atención y contención de los enfermeros.

Después de la segunda sesión, se me empieza a caer el pelo, enseguida fui a la peluquería a hacerme rapar, mi hija ya me había conseguido una hermosa peluca igual a mi corte y color de pelo gracias a una ONG que trabaja en la elaboración de pelucas para mujeres y niñas que realizan el tratamiento de quimioterapia para luchar contra el cáncer.

Durante las sesiones, siempre estuve acompañada por mi hija y nieta, a pesar que tenían que viajar trescientos kilómetros ahí estaban junto a mí, como me dijo ella “MAMI SÉ QUE ERES FUERTE Y DE ESTA SALDREMOS”.

En la sala de quimioterapia, siempre teníamos charlas con una psicóloga, también apoyo espiritual y asesoramiento por nutricionista. Teníamos tareas en grupo como: pintar mandalas, contar por escrito experiencias sobre la enfermedad e intercambiar relatos. Durante el tratamiento, no tuve efectos secundarios indeseables, solo algunas pequeñas molestias, como falta de sabor y hormigueo en los dedos.

Mi prioridad era curarme, me cuidé mucho, me alimentaba bien, descansaba y me informaba.

Al fin, 12 de abril, última quimio, el equipo de enfermería me despide con globos y mi hija un ramo donde decía: “Que alegría mami que le hayas ganado esta batalla, te felicito por tu fortaleza y valentía, le diste pelea a este episodio que te toco vivir, sos mi ejemplo de vida…”. La emoción fue grande, donde hubo sentimientos que sobrepasaron la intimidad del alma.

Después vinieron las sesiones de radioterapia, veinticinco en total. Pero ¡oh, sorpresa!, durante las mismas, aparece un bulto sobre la cicatriz. De nuevo extirpar ese tumor, biopsia, resultado: CÁNCER. Es ahí que me dan la noticia que me tenían que practicar una mastectomía.

Llegué a la cirugía, 30 de julio del 2018, llena de fe, fuerza y esperanza. Todo salió perfecto, no me traumé al verme con un seno menos, ahora uso una prótesis de gel polímero que se adapta perfectamente. A los dos meses, me hicieron controles, todo bien y ahora a fines de marzo de 2019 controles de nuevo.

Quizás, esto sirva para transmitir optimismo y esperanza. Sé que cada caso es diferente y que cada persona es distinta, para mí fue muy importante confiar en Dios que en lo personal es el mayor potencial para la salud, en el apoyo de mi familia, en el equipo médico y mirar siempre hacia delante.

Tratar de que la vida siga su ritmo normal, seguir haciendo las cosas que siempre hacía, tener buen ánimo, mantenerse informada y prevenir.

Rodearse de los afectos que nos dan amor y contención para sobrepasar las adversidades que la vida nos pone en el camino, y así demostrarnos nuestra verdadera fortaleza interior.

Estoy bien, contenta, feliz y en paz.