Hydé

¡Qué mala pasada me jugó la vida, me hizo una broma que dudo pueda ser superada! Paso a contar: Sentada estaba la señora en un consultorio, llena de actitud positiva ¿se entiende? Faltaban ojos para mirar ese lugar tan aséptico y luminoso, sillones claros, algunas revistas viejas, para variar, una secretaria que hablaba más fuerte que la música de fondo, así que una se entera de todo los turnos, obra social y edad de los pacientes, es  decir que el anonimato no está garantizado y tampoco parece importar, solo a mí que estoy con todos los sentidos alerta.

Todo tranqui, hasta que mi apellido resuena en la voz del doctor y allí entro yo, con toda la risa a flor de piel o de labios mejor dicho, y me siento con un poco de nerviosismo y silenciosamente esperando la lectura de los informes y el veredicto final, empieza la explicación un poco confusa hasta que dice sin más preámbulos la palabra cáncer; y una, la superada, empieza a revolear los ojos y se pone bíblica. ¿Es a mí, Señor? Y mira a un costado y a otro, y nada… Es a vos, sí. Es a vos… Y allí el cerebro se enloquece y de tanto pensar en pocos segundos se pone en blanco, queda mudo, ciego, en una palabra: se descerebra. Entonces el cuerpo que está un poco quieto, un poco temblando le hace el trabajo y lo vuelve a su estado inicial. Primer paso: acomoda las ideas. Segundo paso: pone en movimiento un plan. Tercer paso: da órdenes y cuarto, y quinto, etc., etc., etc. Y allí está él: autosuficiente, regulador, director y tantas otras cosas más, descontrolando el cuerpo, haciendo lo que quiere. Las células desobedeciendo sin importarles nada, hoy para ellas la vida es un carnaval y todo lo que antes tenía un ritmo, perdió el paso; cuerpo y mente o mente y cuerpo, para no ofender, están bailando sin respetar los compases. Y en esta pista bailable, quedo yo, dando trompos y tropezones.

En esto que ellos no se ponen de acuerdo hay sustancias que se suman al baile y se mezclan con las conocidas, y en este encuentro /desencuentro, mi estómago se rebela, por decirlo lindo, se revoluciona y trata de eliminar lo que no le pertenece y ahí mi cuerpo, cerebro, mundo, todo mi yo, comienzo a correr como disparada para llegar al baño, culpa de las desavenencias de otros.

Estoy un poco destruida y a la vez pensando: Y bueno es una quimio, ya está. ¿Ya está? Y de nuevo, y de nuevo, lógicamente al otro día estirada o tirada en la cama con el pulgar arriba para el público (este baile descompasado no me está saliendo muy bien).

Y no quiero olvidarme de los cabellos, que aún están; parecen los de una muñeca despeinada. Pero una sigue con el pulgar arriba.

Después de unos días parece que cerebro /cuerpo se amigaron, hay calma, pero mi yo está un poco vago y se baña, se cambia, se pinta y afuera. Abre la puerta y busca el sol, y sí, voy a buscar el sol, rogando que esté cerquita, cerquita, porque mis piernas no están muy ágiles. Por fin afuera y los “-no pareces enferma” y “-se te ve bien” y de nuevo a revolear los ojos pensando ¿mienten?¿es verdad ¿es piedad? Igual salgo, total pronto me toca otra y posta que cerebro/cuerpo ya estarán amigados.

Pobre ilusa yo, sentada estaba la gansa, además de actitud positiva infaltable a todos los bailes ya tenía un gorro en mi cabeza que dolía más que la intravenosa, con el gel helado, enchufada a una máquina milagrosa para que a mis folículos pilosos ni se les ocurra dilatarse y dejar caer uno de mis bellos pelos. Aclaro que con esto del cáncer me volví vanidosa, porque lo que antes eran considerados alambres, cerdas, pelo de chancho, etc. tomó la categoría de bella cabellera, entonces pago para mantenerla y para poder agitar mi cabeza totalmente convencida de que es el mejor cabello del mundo y debo protegerlo. Todo bien hasta ahí… pero nunca falta quien te hace volver a la realidad y dice: -Ahora que se caerá tu cabello, seguro te saldrá uno lindo” ¡chan! ¿Uno lindo? ¿Y el mío? El que estoy cuidando freezando, podría decir, pagando, ¿no es lindo? Y bue, cada uno puede pensar lo que quiera y yo seguiré encasquetada en mi gorro refrigerante, cuidador de mi bella cabellera y congelador de ideas. Y les cuento que cada vez que lo lavo con champú neutro lo peino delicadamente, cual pelusa de bebé, cuento si tengo un pelo menos, si sigue fuerte; les juro que no los quiero ni tocar para que no se les ocurra abandonar mi cráneo.

Ya pasaron algunas quimios y mi cabeza sigue cubierta, buen signo de que la inversión en mi pelambre dio resultado.

Lo que ahora me ocurre es que estoy cansada, el cuerpo se tomó vacaciones, el problema es que se le olvidó de informar a su pareja cerebro, que para rematar, se puso las pilas, activó todas las neuronas, dendritas, sinapsis, y piensa, proyecta y se hace el intelectual… ¡dale con la razón! Y en ese nuevo desbarate, estoy dividida en yo/cuerpo y yo/cerebro y no tengo modo de unirlos. Entonces cerebro quiere ir al trabajo pero don cuerpo ni se baña, ni madruga, ni come, en una palabra, se empacó, y don cerebro meta imaginar y resolver futuras acciones y nada… nada… Don cuerpo no responde, yo espero que vuelvan a unirse, porque quedé como hija de divorciados, atrapada en esta relación, con algunas ventajas también: si tengo fiaca, estoy perdonada; si pienso mucho, estoy perdonada; si no como, también y así… Muy en mi interior me gustaría que vuelvan a casarse aunque yo pierda algunos privilegios y puedan marchar juntitos y yo adosada a ellos también.

Ya pasaron algunas visitas de fin de semana, mejor dicho cada veintiún días, y como buena hija de divorciados, a veces estaba bien con uno, otras con otro, cuando el cerebro funcionaba a medias, yo decía: “-Pero mi cuerpo está mejorando y es muy pero muy resistente”, o cuando el cuerpo se hacía el superado, yo metía fichas y apostaba a la lucidez del cerebro en momentos críticos. En una palabra, andaba tratando de que ellos se esfuercen para que yo me sienta bien…Y hasta acá lo logré a medias.

Y entre quimio y quimio, a mi doc se le ocurre ¡cambiar de tratamiento!, pasar de quimio a inmunoterapia y no puedo decir que la quimio me gustaba, pero descubrí que unos kilitos bajaba, y en eso de que la sociedad, el mundo o yo misma está convencida que las flaquitas son más lindas, yo dije: “acá esta la ventajita”, pequeñita pero ventaja al fin, actuaba en mi organismo y mantenía mi silueta. Y como entre quimio y nuevo tratamiento pasó un tiempo,  la señora, comía lo que veía, le ofrecían o deseaba, total la quimio regulaba su peso, el gorro sus cabellos, los mimos su corazón y uno que otro beneficio como por ejemplo ser primera en alguna fila por ser etiquetada paciente oncológico.

Y llegó el día del nuevo tratamiento y este no era regulador del ingreso y egreso de comida; lo que entró no salió, así que ahora sí me pueden decir “no pareces enferma” porque subí esos kilitos bajados, mis cachetes lucen como niña, y hasta se borraron algunas arrugas.

Algunos dirán que la ventaja de bajar de peso es una locura, pero cuando una es portadora de esta enfermedad, busca algo que parezca ventaja o ganancia, como ese día que andaba con barbijo en la obra social y de golpe un empleado me llevó del ala al mostrador y allí estaba yo, primera en la fila. Y sí, una tiene que ver las utilidades, así podemos seguir luchando con algún plus, algún bonus extra.

Y en esto de que mi cabeza a veces desvaría y que me vienen aires de justiciera, se me ocurre que aún no se implementó y sería ¡tan buena idea!: las tarjetas de crédito exclusivas para nosotros. Sería un buen marketing, cuotas accesibles, formas de pago amplias, y eso nos daría una alegría. Aunque pensándolo bien para el banco no sería ningún beneficio, tan sólo que sí o sí deba pagar el garante, porque al fin de cuentas uno no sabe si podrá terminar con la deuda y en ese pago obligatorio por parte del fiador, so pena de ser espantado, si a una se le ocurre hacerse la muerta cada uno tendría la posibilidad de elegir, sin que el otro se niegue, y termine de pagar nuestros antojos, y en este casi castigo, digamos, es casi seguro que se llenarían de garantes ex novios, ex maridos, esposas, amigas desleales, etc. No es mala la idea y esta posibilidad se suma a nuestros beneficios secundarios. Creo que luego de pensar algo tan atinado merezco descansar, además en este preciso momento este matrimonio mal avenido de cuerpo/cerebro se pusieron de acuerdo, el cerebro quedó nulo y el cuerpo cansado.

Antes de terminar con esta historia del divorcio sin consentimiento de mis padres debo declarar que, como hija única, caprichosa, por lo tanto favorita, haré todo lo posible para que ellos vuelvan a unirse. No aceptaré un “no” como respuesta.

Estoy segura que para encontrar soluciones habrá que probar con ciencia, religión y emociones. Y que su reconciliación traerá beneficios no sólo para mí, sino para varios hijos de divorciados, que dejarán esa condición, para ser simplemente hijos, y convivir de manera amigable con sus padres. Padres que hicieron lo imposible para volver a estar juntos y poder cumplir con los mandatos de cada hijo malcriado, pero no menos amado.

Ahora, esperanzada por esta re-unión, estoy sosegada, más allá que de vez en cuando mis padres se peleen. Pero esa es otra historia.

Hasta mañana.