Lola

Me enteré del concurso por medio de mi marido, que siempre lee todos los portales de los diarios, encontró la noticia en uno de ellos, y me mandó un WhatsApp con el enlace, y otro que decía: “para que lo ganes”.

De curiosidad entré, leí la nota, luego las bases, y pensé: tengo que participar para poder ayudar desde mi experiencia a las personas que están pasando por algo similar, compartir mi historia para que otros se identifiquen, y no se sientan tan solos cuando nos preguntamos “¿porque a mí?”.

Igualmente, creo que este pensamiento es lógico y común a todos los que participamos de este concurso.

Así que puse manos a la obra. Lo primero fue la etapa de pensar en que es lo que voy a contar, que podía llegar a decir que no se haya dicho ya, se ha escrito tanto sobre el cáncer, miles de libros, revistas, notas, páginas y blogs de internet, con muchos más comentarios y experiencias, que se me hacía difícil pensar en algo original por decir.

Y fue así como me surgió la idea de escribir sobre los mitos que hay acerca del cáncer, y que transforman una simple palabra en una sensación mala, oscura, de muerte, y nos paraliza.

Uno cuando recibe un diagnóstico de cáncer, lo primero que se le viene a la mente es la muerte, que esto no tiene cura, que la quimio es una etapa terrible, que es lo peor por lo que podemos pasar en el mundo, no le encontramos respuestas a nada, y vemos solo la oscuridad. Sin embargo, hay un mundo desconocido sobre él, y en general, es el que nos trae esperanza.

Las quimioterapias han avanzado de manera sorprendente, a la par de los avances de las numerosa investigaciones y descubrimientos, de forma que ya casi no producen los efectos de antes, por ejemplo, yo las pasé sin tener un solo vómito, y los síntomas son bastante llevaderos, por supuesto que depende del cuerpo y de la onda que cada persona le ponga.

También hace su parte el lugar del tratamiento, y para mí no fue como lo imaginaba. Todos los profesionales, desde enfermeras, médicos oncólogos y personal, están preparados para trabajar haciéndotela un poquito más fácil, más llevadero, siempre con una sonrisa y la mejor onda. Si bien es una etapa difícil, no es imposible poder sortearla bien.

No quise escribir sobre la quimio, porque cada experiencia es única, cada cuerpo responde diferente, cada situación es distinta, la mía, mirada desde la distancia, no fue mala, pude superar cada etapa, no sin dificultades, pero trabajé muchísimo para estar bien.

Esto es lo que pretendo a través de este escrito, poder desde mi experiencia, sensaciones y vivencias, desmitificar el cáncer.

Bueno, aquí va narrada mi experiencia…

Todo comenzó un 23 de marzo de 2018, creo que fue un viernes, a la tardecita, estaba bañándome y sentí un bulto en mi mama derecha, abajo, duro, fijo y grande.

Era mi primer día de menstruación, y hacía dos meses que había dejado una medicación para la vejiga, de la cual había sido operada en septiembre del año anterior, por lo cual pensé que tenía que ver con algo hormonal, que era pasajero, pero, pensando en el antecedente directo de mi tía, la hermana de mi mamá, no me gustó mucho eso que toqué.

Tenía la sensación de que algo andaba mal, y no me quedé con la duda. Casi de inmediato, estaba en una guardia de una clínica haciendo una consulta.

La doctora que me atendió resultó ser amiga de mi ginecóloga, la cual estaba de viaje, y no quise llamar porque tenía un turno más adelante, y pensé en no molestarla. A la doctora, luego de la revisación, y contarle un poco mi historia clínica, no le gusto nada ese bulto y me mando a hacer una ecografía de mama y mamografía con carácter urgente. Eso ya me asustó, y empecé a preocuparme, pero se puso peor cuando en la misma consulta me dio el número de un mastologo, a fin de sacar un turno, y llevarle los estudios cuanto antes.

Me contó que seguramente el mastologo pidiera una biopsia para asegurarse de que no sea nada, y en caso de que el resultado sea malo, poder actuar rápido y saber que es.

Lo de la biopsia me pareció acertado, ya que tuve muy mala experiencia por parte de médicos que hablan sin una biopsia en mano y dicen barbaridades, pero igualmente me asustaba todo muchísimo.

Tuve los resultados de los exámenes en la semana siguiente, y en esa misma fui al mastologo, que me revisó y explicó un poco todo, me calmó la ansiedad y preocupación, e indicó una biopsia, para poder ponerle nombre y apellido al bultito, que de bultito no tenía nada.

En siete días tendría los resultados y era difícil pensar en otra cosa, ocupar la mente, trabajar, todos los días rezaba, hablaba con dios y le pedía a la virgen que me ayuden a salir bien parada de esto que me estaba pasando.

Los resultados estuvieron para el miércoles dos de mayo, a las diecinueve y media me citó el médico en su consultorio, y sin darme cuenta me dejaba para lo último, pensaba que era porque no tenía un turno y en realidad era por la noticia que tenía que comunicarme.

Tenía cáncer de mama, del tipo triple negativo, iba a necesitar quimioterapia, después cirugía y rayos. Que me dijo el doctor, bien no lo sé, porque ni bien empezó a hablar y dijo que era un tumor maligno, mi cerebro se bloqueó, no escuchó nada más, no lloré, no podía, pensaba: ¿tendría que llorar no? Pero no podía, no me salía, solo estaba ahí, viendo como escribía papeles, me contuvo, en un momento escuché su vos diciendo, ¿estás bien? ¿me entendiste? Obviamente estaba acompañada por mi marido, que no dejaba un minuto de mirarme y acariciarme la mano, pero no sentía nada, nada de nada.

Salí del consultorio, y lo único que necesitaba era agua.

No sabía qué hacer, si llamar a alguien o que. Hablé con mi hermanaba al día siguiente, ya que mis papás no sabían nada de todo esto, porque no había querido preocuparlos, pero ella sí, y fue la encargada de comunicarles lo que me pasaba. Fue raro. Difícil no poder comunicárselos yo, estar ahí, sentir su apoyo, sus abrazos. Mi familia es muy importante para mí, y vivir lejos a veces duele, y en esos momentos dolía mucho.

No recuerdo fechas desde ese momento, ni cuando deje de fumar. No volví a trabajar, a la escuela.

Durante las semanas siguientes hice muchos estudios antes del tratamiento, para comenzar lo más rápido posible con la etapa de quimio. Mi hermana viajó para acompañarme, porque mis padres tienen a mi abuela de 90 años a su cargo en su casa y no quería por nada del mundo que ella se enterara, ya que un golpe así sería muy difícil ya que soy su nieta más chica, la malcriada y mimada.

Para acompañarme al principio de la quimioterapia, viajaron mi mamá y mi papá, y así comenzó el largo tratamiento de seis meses, dieciséis quimioterapias, cuatro de una droga y doce de otra. Unas cada quince días, otras todas las semanas.

Esta etapa es la más difícil, y mentiría si dijera que la pasé bien, pero las drogas me caían bastante bien, como dije antes, no tuve vómitos y los síntomas fueron siempre leves.

La parte más complicada para mí fue pensar en la caída del cabello, pero les voy a decir que hice, porque está buenísimo que lo tomen como ejemplo.

Mi marido me decía que las mujeres sobrevaloramos el pelo, que es pelo, solo eso, que crece de nuevo, pero todas las mujeres sabemos que para nosotras es más que solo pelo, es vernos linda, vernos nosotras, yo siempre me vi con pelo, no tengo recuerdos de bebé de estar pelada.

Tenía el cabello a la altura de lo hombros, siempre impecable, y lo primero que hice fue cortármelo corto, un hermoso corte que sabía duraría dos semanas. Nunca me había animado por miedo a que no me quedara bien, pero ahora tenía la oportunidad de quince días de prueba, y después desaparecería.

Ese día fui a mi peluquero, y como había estado hacía poco más de dos meses, se asombró de verme y de mi pedido de corte, le conté en vos baja y me abrazó, como dándome el pésame, el pésame de mí misma, eso ya me hizo sentir débil, iba con todas las fuerzas y las estaba perdiendo. Me empezó a cortar y las mujeres de alrededor me miraban con lástima, se acercó la colorista, que me había arreglado el desastre que una vez me hice, y me preguntó si estaba bien, obvio se había percatado de la situación y se lamentaba. Yo solo quería jugar a ser diferente con mi cabello como nunca me había animado, tenía esta posibilidad y quería divertirme, si, divertirme, pero no entendieron que necesitaba en ese momento, no quería miradas de lástima, sino sonrisas de ánimo.

Luego de quince días tenía que pelarme, porque, como bien me dijeron, es mejor pelarte a que se te caiga, y ahí si que concuerdo, porque cuando se cae duele, y si estás pelada es mucho mejor. Pero recordando mi experiencia en la peluquería, pensé en ir a una barbería, si, una barbería llena de hombres a los cuales el pelo no les importante tanto, donde quizás no me encontraría con las miradas de lástima.

Ese día fue muy largo, paseamos con mi marido, quería que sea eterno, pero se acercó la tardecita y fui. A la vuelta de mi cada abrieron una barbería, daban café, o una cerveza, de haber sabido no merendaba y me tomaba una cervecita mientras el chico me pelaba. Muy piola, me preguntó porque tan pelada, y le dije con una sonrisa cargada de nervios: se me va a caer. Y entendió. El chico muy amoroso me contuvo y me avisaba si podía mirar mientras rapaba de atrás. Me avisó cuando estaba por terminar para que no mirara, cerré los ojos, terminó, y me coloqué un gorrito sin mirar al espejo.

El proceso fue rápido, entre risas, y llevándolo por el lado del humor. Soy así, creo que busco siempre sonreír a pesar del momento feo que estaba pasando, pero resaltando esto de que solo es pelo, y luego crece.

Costó acostumbrarme, pero me amo como soy, nunca tuve complejos o rollos con mi cuerpo, esto era un proceso, soy hermosa con pelo o sin pelo, con cejas y pestañas o sin ellas, me reía y decía que era una depilación definitiva temporal y gratuita.

Me compré lindos gorros, turbantes, pañuelos y peluca, quería sentirme segura en la etapa, y según pintaba la ocasión, usaba una cosa u otra.

El pelo comenzó a crecer después de un mes de terminar la última quimio, y fue durante el proceso de rayos que me animé a salir sin nada en la cabeza.

El primero de noviembre me realizaron la cirugía, sacándome solo un cuadrante de la mama, por lo que no necesité reconstrucción, y luego treinta rayos que terminé en enero de este año.

Ahora estoy en la etapa de control, el tumor desapareció, la cirugía fue un éxito.

Espero que muchas personas al leer esto puedan entender que todo depende de uno, de su capacidad de reaccionar y comprometerse,  yo hice el tratamiento a raja tablas, me cuidé muchísimo, pero además siempre (o casi siempre), traté de tener una sonrisa, aunque obviamente los momentos de tristeza absoluta y miedo a la muerte aparecen como por arte de magia, y no hay que negarlos ni ocultarlos, es más es que importante vivirlos, transitarlos a nuestra manera, darse su tiempo, llorar y poder sanar.

Pero lo importante es encontrar las cosas que nos hacen bien, escuchar música, bailar, sonreír, estudiar lo que te apasiona, leer libros, hacer meditación, esto es lo que yo intenté hacer para llevar adelante este proceso, y fue esto lo que me ayudó, no quedarme en la enfermedad.

De más está decir que no se puede sola, esta es una enfermedad bastante solitaria en cuanto a que nadie logra entenderte del todo, no es fácil que puedan ponerse en tu lugar, porque son tus miedos, tus dolores. Si bien está en vos salir de los días oscuros, y cada uno debe encontrar su propia fe, es fundamental dejarse acompañar por la familia y apoyarse en los amigos.

Una vez en terapia, mi psicóloga me dijo que estaba muy orgullosa de mí, porque había sido una incansable buscadora de estar bien.

Así me defino, como una gran luchadora, siempre lo fui, y en esta ocasión no iba a ser menos.