Rebeca

De repente me di cuenta  que la vida  se  desvanecía como agua que corre en el rio sin retorno y allí mismo, comenzó en mí un proceso similar a un  replanteo  de cara a ese mañana tenebroso he incierto.

Ya todo fue, tiempo pasado, algo no deseado pero real, sentí como un estallido, un segundo que corto en dos, mi deseo y proyecto de vida.

Las sombras del mañana incierto comenzaron a ser parte activa de mi proyecto de vida y ni hablar del proyecto familiar, un impacto profundo y  paralizante, donde todos quedamos inmovilizados frente a la terrible palabra diagnostica, una sospecha en primera instancia resistida a mirarla desde la posibilidad de ser verdad.

“De repente un buen día”, todo comenzó a ser diferente en mi vida.

Ya no se podía volver el tiempo a un estado anterior, lo que se dejó correr a lo largo del tiempo difícil es de recuperar a un eslabón anterior.

Sucedió en el mes de mayo del año 2009, recuerdo que fui a llevar ese día los resultado de mis estudios solicitados por  mi ginecóloga. En lo previo ya había leído el contenido del informe donde detallaba las características del quiste: “bidars 4”.

Quien era mi doctora por ese entonces en la ciudad de RIO GRANDE – PROV. DE TIERRA DEL FUEGO-  nunca definió o expreso que ese quiste podía tener relación con la palabra CÀNCER y  yo desde mi escaso conocimiento clínico-médico,  no lo asocie en su momento con lo paralizante de esa palabra, solo me dijo que había que sacarlo y me dio fecha para la operación.

Mi hija la segunda de tres, quién en ese momento estaba embarazada de su primer bebe, me lleva a una consulta con un médico allegado a nuestra familia y especialista en DIAGNOSTICO POR RADIO-IMÁGENES. Mientras estaban realizando el estudio, entre ellos hablaban de las puntas y la sombra de dicho quiste. Es un médico de mucha confianza y agradezco haber llegado a su consultorio para repetir el estudio, gracias a él, hoy puedo estar escribiendo sobre mi experiencia como paciente oncológica después de diez años de haber sido operada. Le comenta en privado a mi hija que el tumor o quiste era maligno y que viajara en carácter de urgente a la ciudad de CORDOBA  a un Centro de ALTA COMPLEJIDAD GINECOLOGICA, para ser asistida por un profesional Mastologo a la brevedad.

En ese momento comienza la parte más dolorosa de mi vida al descubrir la desprotección en la cual estaba desde el aspecto SALUD en la provincia TIERRA DEL FUEGO y “como pega y daña” la palabra “indiferencia social”, más cuando de enfermedad se trata.

Un peregrinar  por mi obra social, donde un sistema de salud se convierte en el peor enemigo, que en mi caso en lo particular, se tornó muy doloroso y angustiante sobre la desesperación ya instalada.

Saber del desarraigo primario al momento de radicarnos en esa provincia  y de las consecuencias cuando doy cuenta en ese mismo momento, que solo estaba mi familia para contener mi desesperación frente a lo que me estaba sucediendo.

Quedar sola estando rodeada de gente, muchos conocidos pero sin esa cuota de afectos para posicionarlos en el plano de la amistad, rodeada de gente pero solo mi familia fue y es el eslabón de contención que tuve y tengo en la actualidad.

El inicio de ese trámite administrativo terminaría tiempo después  con una sentencia judicial a favor de mi demanda.

Comienzo el peregrinar de escritorios escuchando solo la misma respuesta, un NO rotundo y contundente a mi pedido de ser derivada a la ciudad de CORDOBA donde habíamos recabado información del  profesional que me asistiría en su momento.

Se preguntaran ¿porque la derivación y no la asistencia y tratamiento en TIERRA DEL FUEGO?, muy simple de responder porque en ese momento, no existía un Mastologo ni había experiencia profesional acorde a la gravedad de mi caso en particular.  Mi esposo estaba de viaje en ese momento y a su arribo a la provincia, se comunicó con familiares en CORDOBA – mi prima-  que había pasado por lo mismo que yo estaba sufriendo en ese momento, sacaron un turno con quien es mi médico hoy, alguien que no mintió y gracias a su experiencia y sabiduría estoy escribiendo este relato vivencial y disfrutando de sentirme VIVA y desde ese momento al avión, solo fue un cerrar y abrir de ojos en el aeropuerto de la ciudad de CORDOBA.

A partir de ese día cambio mi vida; yo sentía que moría pero me di cuenta un tiempo después de que volví a nacer,  nada sería como antes, más allá de la perdida de mi mama derecha, comenzaba un momento nuevo y de aprendizaje, desgarrador pero sin dejar de aprender que la vida siempre te habilita una segunda oportunidad donde uno la toma o la deja.

Presentaba una fuerte resistencia a desprenderme de ese lugar armado con mi esposo e hijas allí en el Sur, mi casa, ya que  pensaba que  “lo que viniera” lo quería enfrentar allí mismo, en ese momento no podía pensar en las graves consecuencias que sufriría de haberme quedado allí, me estaba entregando a la muerte antes de presentarle batalla al cáncer defendiendo mi derecho a la vida. Mi desesperación produjo un aturdimiento que no me dejaba pensar con claridad, estaba tan confundida, me parecía que le pasaba a otra persona, me evadí de la realidad,  hasta que mi esposo puso la palabra justa, mañana sale el vuelo hacia CORDOBA y allí te espera nuestro hijo y familiares.

El nunca dudo de que debía viajar para sostenerme en vida, más sabiendo por experiencia profesional que de haberme quedado en ese lugar, la muerte hubiera ganado la partida y él no es de perder en su vida. No dudo en ningún momento y acomodo todo para preservarme de pie y aquí estoy mirando el mañana todos los días cada vez que despierto, sin dejar de lado el HOY que aprendí a vivir intensamente.

En el viaje hacia la ciudad de CORDOBA me acompaño mi hija  mayor, quien estuvo de manera permanente a mi lado junto a mi prima medica con la cual, aprendí de sus vivencias a lo que me podía enfrentar porque esta palabra cáncer también circulo dentro de una de sus mamas extirpadas, la carga hereditaria o la predisposición familiar en esta generación porque a su hermana también le sucedió lo mismo. Su médico en ese momento hoy es mi médico, pedimos un turno y en menos de 15 días estaba en el quirófano sabiendo todo lo que iba a suceder antes de ir a ese espacio, la verdad nunca me la oculto, fue muy profesional y sincero en sus palabras.

Mi hijo menor quien se encontraba terminando los estudios de su Licenciatura en Economía y radicado en CORDOBA, estaba allí en el aeropuerto esperando nuestro arribo siendo un pilar muy importante en lo previo y post cirugía. Aquí quiero poner en un punto de mucha importancia con relación a esta enfermedad que hasta ayer era algo terminal  pero que hoy, con el avance de la ciencia médica y entendiendo que la prevención es el primer eslabón para la cura, el cáncer es una patología curable sosteniéndonos por siempre en el plano de ser paciente oncológico.

Mi tumor fue descubierto a tiempo gracias a los controles anuales de mi parte, el apoyo incondicional de mi familia fue el pilar fundamental para poder dar el primer paso hacia el camino de la cura.

Al día siguiente  de mi arribo a CORDOBA fuimos a consulta con el especialista  acompañada por mis dos hijos  y familiares cercanos, en todo momento pensaba que me sucedería a mi cuando el medico mirara  los estudios, me revisara y me dijera ¡sra lo suyo no es para operar!, seguramente me estaba evadiendo y creando un muro de defensa en mi mente pero no fue así, todo lo contrario, la cruda realidad golpeo en todo mi ser, quede paralizada sin poder articular palabra alguna, eran mis hijos quienes hablaban por mí ya que tenía un nudo en la garganta, pude pensar con claridad después de un rato y solo quería que me sacaran lo que estaba malo escuchando lo que nunca quise escuchar que tendría que sacar la mama completa con toda la explicaciones del caso, sabiendo que esa pérdida sería un acto de vida pero pérdida irreparable en su esencia, ¿ya no quería saber más nada ni entender lo que en las palabras del médico estaba muy en claro, el conflicto que se me desato entre la ciencia y la subjetividad de mi persona. Recuerdo que  cruce la puerta del consultorio para salir y estaba en el aire, entregada  a las manos y sapiencia del médico, ya nada tenía para seguir perdiendo pero si mucho por ganar: seguir con vida.

Sin darnos cuenta, se había armado un esquema de contención muy interesante entre todos los integrantes de la familia, un verdadero equipo de trabajo donde cada uno sabía lo que tenía que hacer, sus funciones y especialmente esa cuota inmensa de afectos que produjo el milagro de mi cura, el amor de la familia y su compromiso porque nunca quede sola ni en un estado de soledad interior.

Atrás quedó la negativa de la Obra Social, y todo se fue encaminando para que Yo solo pensara en mí y no me preocupara por los gastos.

La primer consulta con dicho doctor fue terrible por el sinceramiento y frialdad de su discurso, quizás para el algo rutinario pero para mí escucha un golpe mortal, lamento la no presencia de mi esposo debido a que se quedó en el Sur trabajando para poder paliar los costos de este viaje en el cual, Yo me prometí regresar caminando y de pie al mañana pero….sin dejar de vivir el día a día.

Ese día no deseado donde debía ir a la primera consulta, el Mastologo me comenta en qué consistía la operación expresando que en ese mismo acto quirúrgico, creía conveniente la necesidad de realizar una  reconstrucción mamaria lo cual, implicaba  la colocación de un espansor y prótesis frente a lo que iba a perder, un espacio vacío con la extirpación de mi mama derecha.

En ese momento lo que menos me importo fue la potencial prótesis a colocar en ese lugar o espacio que quedaría sin contenido, mi pérdida y todo ese vacío que se comenzó a gestar a partir de la palabra extirpación ya estaba operando en mi antes de ser operada.

El doctor me pidió que me tranquilizara para pensar en su sugerencia ya que con el paso del tiempo, iba a lamentar lo que no hubiese hecho en su momento y valorar la decisión por el SI, habilitante camino de la prótesis. A posteriori en los días previos a someterme a la cirugía, di cuenta de que el mensaje del médico en calidad de recomendación tenía contenidos de verdad. Acepté y con el paso del tiempo pude agradecerle al profesional sus palabras

A todo esto “sentada en la lista de espera quirúrgica”, mi esposo seguía con su trabajo en el Sur del país, esperando la fecha de la intervención acordada para el día 19 de MAYO/09, quizás su refugio en ese momento tan complicado y cargado de angustia en la familia.

A todo esto el doctor me aconsejó no dejar pasar más de dos semanas para la intervención, dada la gravedad del tumor detectado. Mis lágrimas eran un torrente que denunciaba lo que estaba sucediendo en mi interioridad, la desesperación y desesperanza por más que todos me aportaban ánimo de que todo saldría bien pero la muerte, ya estaba delante de mis ojos porque era Yo misma la que me sentía en ese lugar.

Se me caían las lágrimas y me resistía a llorar  sin darme cuenta  que el llanto era lo mejor que me podía pasar para descargar mi angustia, hacía un esfuerzo enorme por no llorar, quizás pensando más en los otros que en mi misma, no ponerlos mal a ellos cuando era Yo la que estaba sentada en una pulseada entre la vida y la muerte.

La vida y la muerte luchando entre sí para ver quien ganaba sobre mi deseo de VIDA y en ese instante, comencé a despertar ya que así me lo estaba demandando la realidad, fue tan grande el deseo de vivir,  debía luchar junto a los demás que ponían su parte en juego, no estaba sola en este reto.

Dicen que la procesión solo va por dentro y así me sentía Yo, la familia, los llamados de mi esposo con necesidad de saber sobre mi estado de salud  a 3000km de distancia , era como un parte médico cada dos horas, la situación de mis hijos que iban de aquí para allá sin poder definir un rumbo, ya que el impacto supero la capacidad de resistencia en ellos, mi otra hija en el Sur a punto de dar a luz, y yo con mi situación y entorno semi paralizado, entregada, no tenía capacidad de respuesta ni pensar en hilvanar una idea que diera más claridad a una situación que por momentos, era muy similar a algo caótico pero no descontrolado.

Cuando perdí el rumbo y capacidad de razonamiento, me agarre muy fuerte, así como abrazada a un árbol en un huracán a la contención de mis seres queridos, los que estaban y los que ya habían partido.

Un estallido, todo era una pila de escombros que opacaba el campo de mi visión de mañana, no existía esa posibilidad, el mañana era algo muy temido, sentía miedo pero no desesperanza.

Mis monólogos cargados de decisiones que fui aprendiendo a  tomar:

Ya nada volvería a ser como antes porque en el medio de mi camino, algo no previsto se infiltro intentando silenciar mi vida.

Yo no sería la misma justamente porque “ese algo” me dijo que de recuperar el estado anterior, tendría la posibilidad de una muerte segura.

Mi visión de la vida cambiaría por completo, tuve que modificar actitudes y conductas, hacer  cosas que comenzaron a tener luz a partir de ese día terrible en mi vida, ya nada volvería, yo ya no sería la misma.

Mi esposo llego una semana antes de la operación y decidimos irnos a nuestra casa de campo cerca de la ciudad de CORDOBA porque estaba en juego nuestra necesidad de “estar juntos” tocarnos, abrazarnos y besarnos, juntos así de simple y solos. Hacia nuestro refugio partimos hasta el día de la operación.

En esos días entre mate y mate, hablábamos de la operación pero no del cáncer, nunca pensamos en hacer tal o cual cosa por si yo no estaba, ni se nos cruzó por la mente que yo podría faltar, jamás hice planes de dejar esto o aquello para mis hijos, la verdad ahora que pasaron los años pienso en aquellos días vividos y me digo que soy afortunada al tener esta familia maravillosa que me contuvo y apoyo en todo ese tiempo más cuando debí soportar desde el dolor, un proceso de recuperación post quirúrgico

No es intención  hablar de mi esposo, el aporto desde su lugar lo que podía poner en juego más allá de sus afectos y que tiene relación con su trabajo y la batalla legal contra la Obra Social que termino en algo desagradable pero favorable a lo que era un reclamo justo a la misma: el reconocimiento a través de LA LEY, lo que ellos condenaban a muerte antes de posibilitarme un espacio de vida es decir, los costos de ese paquete global que demando mi proceso de cura el cual hoy continua con  estudios preventivos anuales.

El apoyo de mis hijos, quienes  pasaron terribles momentos de incertidumbre al desconocer lo que el pronóstico como posibilidad de vida iba a tener después de la sala de operaciones, fue una condición más que importante desnudando la talla de lo que pusimos en juego como padres en cada uno de ellos.

A mis dos hijas les toco sostener a su padre, allí donde el viento corta la cara  en el extremo Sur del país, sumado a dos frentes de conflicto desatados con una realidad que nunca vamos a olvidar en la familia:

.- lo que sucedió con el parto de mi hija que casi muere de una hemorragia después de nacida su bebe, momento donde debió intervenir mi esposo para evitar un desastre por mala praxis médica,

.- mi cuadro clínico en proceso de recuperación.

Sumado a todo esto, Yo con mi hijo en su departamento transformado en una especie de enfermería, cuidándome en todo momento junto a mi amiga de la  infancia.

Pasado el tiempo pude saber del estado de angustia y llantos de mi esposo, armamos un esquema de contención afectiva familiar sin proponernos hacerlo, mantenernos fuerte ante la presencia del otro como si no pasara nada sabiendo de la gravedad del  caso, ellos sostuvieron mi mano y yo la de ellos; un verdadero trabajo de equipo familiar donde nadie quedaba afuera.

Es un criterio de vida que sostenemos siempre para mantenernos unidos evitando la no de dispersión familiar.

La operación fue un “éxito” evidentemente para el equipo médico pero no para mi persona, ya que deje en ese espacio una parte importante de mi cuerpo que dio  alimento a mis tres hijos más allá de lo estético.

En la cadena ganglionar no se observaron células malignas a  través de la extirpación y análisis del ganglio centinela del lado derecho de mi cuerpo, colocándome en ese momento un espansor el cual y  a posteriori, habilito una segunda cirugía para colocar una prótesis mamaria.

Mi post operatorio fue un tiempo donde el dolor se incorporó a mi cotidianeidad, todo dolía y cuando lo recuerdo, ese dolor está aún hoy muy metido dentro de mi psiquismo.

Yo me sentía muy adormecida donde las voces me llegaban como de muy lejos estando al lado mío quien hablaba, recuerdo la primer noche después de la operación donde nada calmaba el dolor intenso y cuando pasaba el efecto del calmante, intentaba dialogar con mi padre ya fallecido para que hiciera algo que atenuara esa intensidad doliente, fue como pedirle un abrazo de niña a un padre que la sostuviera en pie por su indefensión; esa situación produjo una respuesta que iba mucho más allá de lo real, el dolor se calmó y pude dormir un rato.

A la mañana siguiente no podía incorporarme de la cama y tuvieron que ayudarme ya que tenía paralizado el lado derecho sumado a un dolor que no “dormía”, siempre activado pero con la entrega, profesionalismo y  paciencia de las enfermeras, logre movilizar mi cuerpo he incorporarme.

Ese logro fue un estallido jubiloso de todos los que allí estaban acompañándome, una fiesta clínica dentro de la habitación en la clínica, con la alegría a flor de piel al verme sentada en la cama.

Yo no podía dejar de llorar por mi angustia y a su vez, por esa pequeña he inmensa conquista, volver a comenzar donde todo ya dependía de mi persona y de nadie más.

Miraba mi cuerpo y veía la venda que me cubría el tórax, sabía que algo ya no estaba en mi cuerpo y comencé a sentir un dolor punzante en mi alma, Dos días de internación y me dieron el alta siendo el presagio del retorno de la rutina.

Mi hija volvió a su hogar y con mi esposo, vinimos a nuestra casa de campo una semana más para descansar de todo el ruido médico.

Llego el día y mi esposo volvió a su rutina de trabajo y yo quede con mi hijo, él estuvo bastante enojado con lo que me estaba pasando, la impotencia de no poder hacer algo para cambiar la historia, una utopía de mi parte frente a la desesperación e impotencia por no poder tramitar acciones reparadoras en las antípodas de la temible NADA.

Mi esposo vio mi sufrimiento a pesar que no estaba en mi intención consciente hacérselo saber pero  vio mi fortaleza y lucha ponderando afectivamente la misma, fue una situación real y no delirante de lo que a todos nos estaba pasando en ese momento porque con mi enfermedad, la familia toda fue atravesada por esos contenidos sumado a  los que por diferentes motivos, no pudieron estar a mi lado en su momento especialmente mi hija embarazada que desde su hogar, estaba a mi lado en todo momento: la distancia nos fortalece y no desune en mi familia.

Mi desconsuelo era mirar al mañana no pudiendo descubrir nada, lo novedoso como parte de mi proyecto de vida, algo por descubrir y allí en esos momentos de dolor y de bronca,  aparecía nuevamente la imagen de mi familia y la de mis nietos especialmente; debía seguir viviendo por  mí y por todo el regalo de la vida puesto en juego dentro de mi familia.

 

Penoso pero necesario, mi recuperación, de no poder estar para el nacimiento de mi nieta, quizás ¿una pérdida o la necesidad de fortalecer mi ser después de la tormenta para el regreso que abriera una nueva instancia en mi proyecto de vida?

Mi hija supo entender que lo primero era Yo y que lo segundo, serían los nuevos capítulos que se fueron construyendo a partir de esa fuerte tempestad desatada en el seno de mi familia cuando me doble psicofísicamente sin quebrarme porque sigo en pie.

Cuando mi nieta cumplió cuatro meses de vida, pude conocerla, ver su rostro por vez primera en la ciudad de CORDOBA ya que siempre existe el motivo de vida que potencia la misma y allí apareció mi pequeña y tercer nieta de cuatro.

Antes de viajar de regreso a nuestra casa en el Sur del país, fui derivada al área de Oncología, otro paso necesario de dar pero lleno de incertidumbres sobre cientos de preguntas que me hacía sin respuestas válidas posibles, todo eran interrogantes y cuestionamientos internos, creyendo por instantes que iba a enloquecer pero estaban todos ellos, mi familia acompañando mis desencuentros. No fueron momentos fáciles ni imposibles de superar porque aquí estoy en este presente, escribiendo mi experiencia, mi testimonio con la patología que quizás pueda aportar a la ayuda hacia otros que están pasando por el mismo camino de desencuentro.

En mi primer cita con el médico oncólogo, me explico cómo iba a ser todo el proceso en la quimioterapia, por qué y para qué debía hacerla  como medida aportante al tratamiento y la cura. Me realizaron nuevos estudios para determinar cuál iba a ser la droga adecuada a mi tumor, seriedad, honestidad y mucho profesionalismo en el profesional, nunca dejo de decir verdades por mas frio que haya sido su discurso pero fue necesario que así sucediera: no mentirme.

Nunca olvidare sus palabras cuando me expresó: “tendré que hacer un traje a su justa medida en la quimioterapia”.

Yo no pude sostener el llanto, esa palabra me asusto más que el tumor porque en mi desconcierto, pensaba y me preguntaba algo que hoy me hace sonreír ¿y si falla en el talle del traje? Salí del consultorio perturbada y muy aturdida, sería un largo camino que sí o sí debía recorrer como parte de las huellas de mi historia y paso por este mundo, no podría regresar a nuestra casa en el Sur, tendría que quedarme un tiempo más para hacer el tratamiento,

. Cuando llegue a la salida de la clínica le hable a mi esposo por el móvil para contarle todo, se me quebró la voz, no podía hablar y él estaba allí escuchándome a lo largo de una distancia de 3000 km en silencio como es su costumbre pero cuando se expresó, pudo contener mi angustia  poniendo palabras que me tranquilizaron.

A los días  cuando regreso con los estudios ya realizados, el profesional me indica una serie de seis quimioterapia cada veinte días. Fueron meses muy duros y agotadores, con médicos controlando mis drenajes, el espansor y curaciones programadas, mi cuerpo invadido clínicamente.

Comencé mi quimio , me sentía mal ,mucho dolor en la boca del estómago, me medicaron aún mas para evitar el efecto orgánico de las drogas inyectadas, estaba sin fuerzas y en cama casi todo el día, inapetente y en un momento llegué a pensar en no seguir con la quimioterapia pero allí estaba mi hijo y toda la familia que me daban fuerzas para seguir peleándole a la muerte, un tiempo que se me impuso pero con el cual Yo no acordaba y debía ser coherente conmigo misma, si deseo vivir debo pasar por todo esto.

Antes de la operación ya había iniciado un tratamiento clínico psicológico, nunca estuvo en mí el enojo por la enfermedad  ni rabia por la misma pero si muchísima angustia, encontré ese ser maravilloso, psicóloga, que me ayudo en todo mi proceso.

Dentro de ese espacio clínico psicológico revise mi historia de punta a punta, iba y venía a lo largo del tiempo, intentando saber quién creía ser para comenzar a pensar en ser una mujer diferente dentro de mis posibilidades porque ya no debería sostener la que fui. Recuerdo que saliendo de una sesión me dije a mi misma, debo recuperar mi identidad y no que la misma siga siendo patrimonio del deseo de los demás.

En dicho trabajo pude ir recomponiendo la relación con mi madre la cual, nunca  supo lo que me estaba pasando porque Yo no quise que supiera nada para evitarle el sufrimiento en función de su avanzada edad y le pedí a mi familia que guardaran silencio, por suerte así lo hicieron a pesar no estar de acuerdo con el ocultamiento pero me dije: La enfermedad está en mi cuerpo y del mismo, Yo abro secretos, verdades o maquillajes y  por momentos me pregunto si a través del silencio ¿Yo no  me perdí el consuelo de mi madre y sus abrazos para llorar juntas? pero ¿en que hubiera cambiado mi situación? y dentro de ese dolor inmenso ¿cómo hubiera estallado en ella? Considero que mi decisión fue acertada.

Pero el tiempo siguió su marcha siendo algo que me paso y nos atravesó a todos en la familia, nunca se me cruzó por mi mente que esto podía sucederme hasta que apareció, me hizo hacer un giro en mi ser, en mis pensamiento y la forma de seguir transitando este camino de vida,.

Hoy sé que soy más egoísta que ayer pero no egocéntrica, mi regreso a casa en el Sur me presenta como una mujer más pensante en sí misma que en los demás, aprendí a priorizarme y a saber que la palabra NO, es sana cuando uno sabe manejar criterios de aplicación porque el SI abierto fue algo nocivo en mi, representado a posteriori en mi cuerpo enfermo.

Ya no planifico tanto a largo plazo y trato de disfrutar el día a día, todos los días de mi existencia porque mañana, me pueden golpear la puerta desde la muerte anticipada y no deseo que eso se repita NUNCA MÁS en mi vida

Aprendí a mirar la vida desde el hoy, mañana veré como sigue el día pasado, en la puerta de la heladera de mi casa puse un cartel con esta leyenda “SOY FELIZ” y  al levantarme por las mañanas lo leía y me daba fuerzas.

Hoy a casi 10 años de aquel 19 de mayo de 2009, me duele y angustia todo lo vivido, me duele no tener mi mama derecha, me duele no poder mirarme en el espejo, me duele tener que ocultar mi perdida para que no perciban ese lugar vacío, es muy difícil porque tengo que convivir con ese cuerpo que cambio y me digo a mi misma, ESTOY VIVA, no hay nada más valioso en la vida  que vivir. Sigo con el chequeo preventivo una vez al año y en los días previos en los cuales  debo realizar dichos controles, revivo todo lo pasado pero cuando el médico me dice:  Sra. le doy vacaciones por un año, esas palabras hacen olvidar todo lo penoso que fue este camino. Cuando sucede algo tan extremo como lo acontecido, todos los miembros del seno familiar se tambalean, se angustian y replantean su existencia porque en un segundo, el mundo de cada uno se puede desboronar, romper en cientos de pedazos y luego se comienza desde abajo a armarlo nuevamente con las herramientas posibles en cada miembro familiar.

Pudimos y supimos mantenernos unidos.

Mi hijo en el mes de diciembre de 2009,me regala un libro, le costó encontrar el  adecuado que hablara de lo que el sentía hacia su madre ya que no podía expresarlo verbalmente pero si lo plasmo en la dedicatoria, el coraje y valor para enfrentar la adversidad, el valor de la vida y el valor de las pequeñas cosas, las ganas de vivir y las garras que le puse para ganar esta batalla sirvieron para que hoy me sienta más viva que ayer.