Soledad

Por dónde empezar a contar mi historia cuando nunca me imagine estar sentada frente a una computadora escribiendo y menos de este tema.

Mi nombre es Soledad y así como en algunos lugares es necesario presentar tu DNI yo en esta oportunidad tengo la necesidad de decir que tuve cáncer de mama como si fuera parte de mi identidad.

Con tan sólo 28 años de un día para el otro mi vida cambió, algo en mi historia cambiaba para siempre. Después de un año largo de estudios y dudas, me enfrente a la primera cirugía de mi vida con la esperanza de salir de ese quirófano y terminar con todo un año de preocupaciones, miedos y stress. Hoy después de 3 años valoro lo importante de rodearse de profesionales excelentes, porque eso es lo que merecemos todos, profesionales que sean especialistas en su materia (al fin y al cabo tienen nuestras vidas en sus manos), pero más importante aún es la parte humana que pone sobre el escritorio al atendernos.

Ante una primer consulta con una ginecóloga nueva, salí llena de miedos y llorando. “Mmmm acá tenés algo raro, pero no te preocupes tenemos un montón de cosas por hacer”, es lo primero que escuche en mi primer visita,  a eso le siguieron un montón de estudios, algunos muy nuevos para mí y muchos encuentros más que terminaban de la misma manera… yo llorando sin entender nada. El momento en el que decidí poner un punto final a esa relación fue cuando esa doctora como si me estuviera diciendo tenés una alergia, me dijo “Vamos a tener que punzar”. En lo más profundo de mi ser me preguntaba qué era eso, que me iban a hacer, por qué, que resultado podía dar. Fue ahí cuando el tema ya no era una simple duda sino que se veía que algo raro había, que decidí buscar ayuda y empezar a atenderme con un especialista en mamas. Ese Doctor que me atendió en un consultorio, muy similar al de la otra Doctora, con su mejor sonrisa me explico cuál era mi situación y cuál era el procedimiento y los pasos a seguir. La situación era clara yo tenía en mi mama izquierda algo palpable y había que punzarlo y analizarlo para ver si era bueno o malo. Quizás después de varios meses de llorar visita tras visita me permitieron estar más preparada para la información que en ese momento me estaban dando, sin embargo ese día en ese consultorio y con un doctor hombre (siempre prefería atenderme con mujeres pensando que entre nosotras nos podíamos entender más), me sentí contenida, con información y con la fuerza necesaria para enfrentar lo que se venía.

Después de esa consulta, salí esperanzada que con la punción que me tenía que realizar el resultado iba a ser favorable para que toda la pesadilla que estaba viviendo esos meses se terminara de una vez por todas…pero que equivocada estaba, solo era el principio.

A falta de una pase por dos punciones, para los médicos un simple procedimiento (en ese momento ellos hablando tranquilos de sus vidas, es el día de hoy que recuerdo la charla), para la que está sentada o acostada ahí un momento de tensión por lo invasivo que es y un momento de miedo de no saber lo que se viene. En esos instantes que creía que no podía aguantar más fue cuando me agarré del anillo de mi abuela paterna y le rezaba a ella para que no me abandone y para que me de la fuerza para tolerar lo que me estaban realizando. El procedimiento no es doloroso, es molesto pero con toda la carga que llevamos en la cabeza en ese momento se vuelve mucho más doloroso de lo que es.

Finalmente el resultado de la punción daba más dudas que certezas y me derivaron a quien se convirtió en mi cirujano, quien con toda la buena intención me dijo que aparentemente estaba todo bien pero eso que tenía no podía quedar ahí y había que sacarlo. Por primera vez en mi vida me tenía que operar.

El 18 de Noviembre del 2014 me estaba operando, el día anterior había estado bailando en el casamiento de mi mejor amiga y ese día me encontraba paseando por los pasillos del Sanatorio llena de miedos. En ese momento pensaba “dale Sole esto sí que tiene que ser lo último para terminar con todo este tema aguanta un poco más”. Anécdota graciosa del momento: me querían anestesiar y me negué hasta ver con mis propios ojos a mi cirujano, no vaya a ser que me operen de cualquier cosa. Cuando llegó él ahí logre calmarme y dándome la mano entendió todo lo que yo necesitaba en ese momento.

Después de varias horas de operación me desperté en una habitación con mucho frío y sola, tardó en acercarse mi doctor para decirme que finalmente había salido todo bien pero…lo que me habían sacado era malo. De repente el mundo se paró, me estaba sintiendo rarísimo con mi primera experiencia con la anestesia, estaba sola y lo único que quería era estar con mi familia. Cuando volví a mi habitación ya me estaban esperando todos y no pude aguantar un segundo sin llorar, no sabían cómo consolarme y darme palabras de aliento, yo no sé si en ese momento tomé la real conciencia de lo que estaba pasando, en realidad yo necesitaba estar ahí con mi familia y sentía, y lo expresé, que lloraba del miedo que tenía porque me habían dejado sola ante tal noticia.

Próximo paso era esperar los resultados de la biopsia de lo que me habían sacado, 30 largos días para que finalmente me digan que con la operación yo ya estaba curada. Obviamente al médico ya no iba sola, mi mamá, mi papá o alguno de mis hermanos eran mis fieles compañeros, esto sola yo no podía soportarlo más. Escuchar los resultados y la explicación me calmo…perfecto estoy sana me voy a casa y todo queda en el recuerdo, pero no una vez más iba a recibir una cachetada que me hizo comprender realmente la importancia y gravedad de todo lo que estaba viviendo todos esos meses. Mi cirujano me informo que si bien yo estaba sana me tenía que derivar a un oncólogo.

Mala palabra, miedo, inseguridad, pánico, oncólogo?? Cáncer??? En ese momento todas esas cosas vinieron a mi cabeza. De todas formas otra vez me fui cargada de esperanza que como yo estaba sana con una pastillita mágica toda mi vida podía volver a la normalidad.

Después de esperar varias horas con mi mamá en la sala de espera del oncólogo, lo conocí a él, el que se iba a convertir en poco tiempo en una de las personas más importantes en mi vida, al que le entregue y le entrego toda mi confianza, quien tiene para mí siempre la palabra más respetada en lo que respecta a mi salud. Tuve una primera consulta llena de información que creía que me iba a explotar la cabeza, pero salí con todo más claro aunque con el corazón y la cabeza destruida. Mis esperanzas de un proceso sencillo se cayeron de un soplo, mi realidad era que tenía que hacerme quimioterapia, que tenía que hacerme rayos y que por 5 años iba a tener que estar medicada.

Quimioterapia????? Otra mala palabra para mí. Mis miedos en esos momentos eran uno solo se me iba a caer el pelo??? Y la respuesta que recibí ante esa posible situación fue muy clara “SI Y TODO” así que me recomendaron cortarme el pelo primero y segundo buscar una peluca (realmente esto me estaba pasando a mi? No podía creerlo), me sugirió que me busque una terapeuta y me informo como corresponde de todas las alternativas que tenía en ese momento: mandar a analizar el tumor a EEUU, congelar mis óvulos por si se veían afectados con el tratamiento para cuando quiera ser madre en un futuro, todas las alternativas terminaban con la frase “yo no quiero perder el tiempo, en un mes tenes tu primer sesión de quimio”. En tan solo una consulta estaba sentada pensando sobre mi futuro como madre si era lo que quería, si iba a usar peluca o pañuelo y empezar a ir a sesiones con una psicóloga cuando nunca lo había necesitado o al menos eso creía.

Salí de ese consultorio muda, maneje casi media hora por la General Paz y no veía la hora de llegar. Apenas me baje en la casa de mi mamá, toda la angustia que venía acumulando de todo el año más la última noticia de ese día me terminaron de derrumbar.  Si tengo que comparar ese momento con algún otro en mi vida sin dudas lo comparo con el  día en que murió mi tío, la misma sensación, una tristeza imposible de describir, es como sentir que la vida se te terminó. Llorar, llorar, llorar era lo único que podía hacer en ese momento. Mi papá, mi mamá, uno de mis hermanos y hasta mi mejor amiga vinieron para intentar entre todos ayudarme cuando en realidad yo no necesitaba ayuda yo necesitaba llorar. La frase “no tengas miedo porque vos estas sana” no me servía para nada cuando pensaba que en tan solo un mes iba a estar sin un pelo en la cabeza y en todas las pesadillas que se me venían a la cabeza al pensar en la quimio y sus efectos.

Al otro día después de haber llorado muchísimo, dormí una siesta y ahí se despertó una nueva Soledad, una Soledad que iba a enfrentar la vida de otra manera. Me acuerdo que me levante con la convicción de que ese era mi presente que no me podía escapar, tenía solo dos salidas atravesarlo tirada en la cama llorando o enfrentarlo con una sonrisa y poniendo la mejor energía para que los meses que me esperaban pasen lo más rápido posible. Igual ese mismo día tuve mi primera cita con mi psicóloga, factor más que importante en todo este proceso y en mi vida.

Que pasó después? Me fui a cortar el pelo (me enamoré de mi pelo corto), me elegí una linda peluca muy parecido a mi pelo, me fui unos días a Mar del Plata con mi familia a intentar descansar y la segunda semana de Febrero dí el presente en el Sanatorio para mi primer sesión de quimio. No fui sola, si bien tenía una actitud mucho más positiva de lo que solía tener, me fui con mi equipo incondicional que estuvo ahí al lado mío las 4 sesiones: mi papá, mi mamá y mi mejor amiga (creo que ni la vida me va a alcanzar para agradecerles el apoyo que tuve).

La quimio, que exageradas que son las películas cuando te muestran esa parte. Desde mi experiencia y sin generalizar puedo decir que la quimio fue para mí estar sentada en un sillón con medicación por algunas horas, llegar a casa dormir, sentir la primer tarde noche síntomas similares a cuando tenés una gastroenteritis fuerte, dormir un poco más, de vez en cuando llorar con una mezcla de impotencia y ganas de sentirte bien, cuidarme con la comida, estar algunos días con baja presión y estar una semana tranquila mirando películas. Después de 4 días de cada sesión tenía 100% mi energía recargada para seguir con mi vida, de hecho no trabajaba una semana pero el resto de los días estaba firme en la oficina. Son tratamientos fuertes obvio que sí, pero la vida sigue y yo tenía que seguir.

Con la primer sesión mantuve todo mi pelo y la esperanza de que no se caiga más, mi oncólogo me dijo antes de la segunda despedite y así como el Waze es exacto con el tiempo que vas a tardar en llegar a algún lugar, él fue exacto con la información que me dio. Si bien los pelos empezaron a caer de a poco, el fin de semana anterior a hacerme la segunda sesión mientras me bañaba ya no tuve otro remedio que raparme. Me contraté a un estilista de confianza, unos de mis hermanos, que con la fuerza de oro vino a hacerme el aguante y a ayudarme a enfrentar uno de los momentos más duros del proceso. Listo, después de un magnífico trabajo no tenía ni un solo pelo en mi cabeza, lo que si tenía era mucho calor y picazón… recomiendo que la espuma de afeitar no sea mentolada porque genera eso jaja. Todo listo mis hermanos, mis papás, la incondicional de mi mejor amiga y mi peluca… todos elogios en ese momento “estas hermosa”, pero verme en el espejo no fue fácil y se me venía algo más difícil: como salir de mi casa, la vida tenía que seguir y yo ya no tenía pelos en mi cabeza.

Me prepare con tiempo para estar lista para ese momento, me calce la peluca y… no, no era para mí, sentía que se notaba, que se me caía, que me molestaba. Ya tenía demasiado con todo lo que estaba viviendo como para encima tener que ocultarme, mi miedo era como me iba a ver la gente cuando vaya por la calle (quizás hasta ese momento yo hacía lo mismo con las personas que yo me cruzaba y que estaban pasando por la misma situación). Esa misma noche sin pensarlo demasiado me puse mi gorra más linda y me fui a cenar. La peluca? La usé una vez más y volvió a su bolsa, aprendí que yo no me tenía que ocultar, que si a alguien le molestaba o le daba impresión tenían que ser ellos los que tenían que mirar para otro lado, yo me sentía cómoda con mi cabeza pelada y así pase el resto de los meses de tratamiento.

Después de 4 sesiones y la felicidad de haber terminado, llegaron los rayos. Toda mi vida tuve la convicción que los tatuajes eran lindos pero por miedo a sufrir no me haría ninguno. La vida te trae sorpresas y de repente te encontras en tu turno de marcación en el que tatúan unos cuantos puntos para las sesiones de rayos pero en definitiva te quedan ahí para que siempre que los veas te recuerden por todo lo que pasaste. 30 días consecutivos parando solo los fines de semana, 10 minutos de sesión, mucho cuidado de la piel con mucha crema, y a comparación de lo que ya había vivido esto era una pavada, solo había que tener paciencia. Ahora sí ya podría ver el final de toda esta pesadilla.

Finalmente cumplidas las sesiones que me habían mandado estaba lista para el próximo paso… el tamoxifeno. Claro ya canchera y con confianza con el oncólogo lo primero que pregunte fue “y esto que me va a hacer?” “Cuál es el papel que tengo que firmar donde declaro que me informaron todos los efectos secundarios?” Hoy después de 3 años en compañía de mi querida pastilla diaria acá estoy, agradecida a la vida que no me causo nada y pude retomar mi vida normal sin otro tratamiento invasivo.

Cuando crees que todo se termino con un simple “listo terminaste todos los tratamientos, estas sana, podes hacer vida normal”, cuando crees que cumpliendo con todo lo que te indicaron vas a volver a tu vida anterior a enfermarte,  no no, todavía me faltaban algunos meses más para eso. Tu mente sabe que estas sana lo tiene clarísimo, y te sentís feliz porque ya no tenes que hacer mas tratamientos, solo tomar una pastilla cada noche pero hay algo que todavía no ves de la manera que quisieras ver y es la imagen tuya en el espejo. El reflejo que ves no es la misma persona que empezó con todo esto, ni física ni psíquicamente: tenes pelo corto, tenés unos kilos más (varios más) y queres volver a cumplir con todo lo que quedo pendiente o en suspenso todos esos meses y lo queres hacer YA.

Fin de la historia? NO.

Esto es solo el comienzo de mi historia, de la historia de mi vida, de una parte de mi historia que me hizo  crecer, aprender, reconocer mi fortaleza y enseñarme y enseñarle a los demás de lo que soy capaz. Por culpa o gracias a esta maldita enfermedad hoy mi vida es distinta con sus cosas hermosas y sus cosas no tan lindas.

Lo primero que se me viene a la mente es que soy una persona afortunada, muy afortunada. Tengo una familia increíble mi mamá y mi papá no se separaron de mi ni un segundo, mis 4 hermanos me bancaron en todo, en el trabajo, en mis días de reposo, en mis días de malhumor. Mis sobrinos que venían a verme siempre con una sonrisa y con la inocente convicción que su tía estaba loca quizás por haberse rapado la cabeza. Mis amigas: quien me acompaño en cada una de las sesiones, quien me pego un bife cada vez que me ponía triste o me asustaba por cualquier cosa, la que me venía a visitar sin falta al segundo día para hacerme compañía y traerme cosas ricas para comer. Mis primas, tíos, mis compañeros de trabajo. Yo puse el cuerpo, yo era la que tenía que poner mi mejor cara y enfrentar todo lo que me estaba pasando pero no estaba sola, estoy segura que sola no se puede, se necesita del apoyo, del amor, de la mano de tus seres queridos.

Aprendes mucho, aprendes que la vida es una sola, que no sabes cuándo te puede sorprender con estas cosas feas, que hay que disfrutar, los compromisos hay que dejarlos para otros, vos tenés que decidir día a día lo que te hace feliz. Sos la única persona que puede decidir las personas con las que quiere rodearse (que no te tome por sorpresa que muchos de los que esperas que te acompañen en un momento como este desaparezcan y te sorprendan otras que no esperabas). Es tu vida y vos podés decidir siempre. Yo tome una decisión, yo confié en la palabra de mi médico y en mi cabeza no encontré otra alternativa más que enfrentar el tratamiento, quizás otros deciden no hacerlo. Yo decidí que quería para mi vida, con quien quería compartirla, yo decido aún hoy que quiero ser feliz.

Todo muy lindo pero no sería sincera sino cuento que todo esto tiene sus pro y sus contra. Haber pasado por esta enfermedad hoy me genera miedos, cansancio, distintos a los que viví pero son momentos de stress que sigo viviendo y seguiré viviendo. Son tiempos de controles, son visitas periódicas a los médicos, son miedos que te surgen hasta cuando te doblás un dedo y lo primero que pensas es “y si me enfermo de nuevo???”, son estudios de pie a cabeza cuando solo te duele la cintura. Son limitaciones: el no poder decidir cuándo ser mamá porque con la pastilla no puedo quedar embarazada, es tener que ir a una nutricionista porque para vos esa pastillita diaria te engorda (mentira, aunque me cueste creerlo). Es tener una vida distinta quizás pero depende de uno como quiere vivirla, ya está te paso y esta es tu realidad, que decisión tomas de acá en más?

Tuve un año y medio en el que mi vida se centro en una sola cosa, Cáncer. Fueron 8 meses de tratamientos, meses en los que el único tema que tenes en mente es la enfermedad, los controles y los tratamientos. Sin embargo hay mucho más que eso: son las comidas después de cada quimio, son los olores que sentís durante cada sesión, son las canciones que escuchas para levantarte el ánimo y seguir adelante, son muchas las cosas que durante ese tiempo se van a quedar marcadas en tu vida y te recordarán siempre los peores meses de tu vida quizás.

Tener una vida tranquila y ver desde lejos las cosas malas que le pasan al resto de las personas te ponen en una situación que cuando te toca recibir la peor noticia a vos te cuesta mucho asimilarlo pero en realidad te tenés que preguntar si le pasa a todos, por que no te puede pasar a vos también? En mi caso particular, no tenía antecedentes ni nada que podría indicar que era propensa a enfermarme y sin embargo estaba sentada en el consultorio de mi oncólogo escuchando que yo si me enfermé y que siempre hay una que es la primera en la familia y que no podía indicarme que hacer distinto en mi vida para evitar enfermarme de nuevo. Entonces te encontras de repente con que vas a volver a tu vida y que si bien hiciste todos los tratamientos para reducir la probabilidad de que la enfermedad vuelva, volvés a formar parte del equipo que sin saberlo ni cómo ni cuándo se puede enfermar o no. Nadie te garantiza que cambiando la alimentación, la rutina o cualquier aspecto de tu vida estés 100% exenta de volver a enfermarte, entonces que te queda por hacer??? Vivir al 100% todos los días, disfrutar de lo que tenemos, no hacernos problemas por cosas poco importantes y por sobre todas las cosas tomar decisiones todos los días para ser feliz.

El 2015 lo cerré con un viaje de festejo por Europa con mi mejor amiga, con una nueva sobrina que llego a nuestras vidas de un día para el otro, con mi familia feliz después de un largo año para todos. Y entendí que así es la vida, te sorprende con momentos muy feos pero que te regala un nuevo día y una nueva oportunidad para disfrutar tu vida llena de felicidad pero que solo depende de vos encararla de esa manera.