Eduardo

Generalmente he tenido buena salud a lo largo de mi vida. Tuve las enfermedades normales que afectan a la mayoría de la gente; resfríos, estados gripales, bronquitis, etc. Todas se curaban con la debida atención médica, con medicamentos comunes, y algunos días de reposo. Por eso nunca me preocupé demasiado por mi salud. Siempre que podía  trataba de hacer alguna actividad física para mantenerme en forma; correr, nadar, andar en bicicleta, caminar, etc. Consumía alimentos variados, con pocas grasas, con pocos hidratos de carbono, especialmente frutas y verduras. Creía que eso era suficiente para estar sano…

Mi familia está compuesta por mi mujer y dos hijos. Nuestra hija es todavía adolecente y está al final de la secundaria y nuestro hijo ya inició su etapa laboral. Mi mujer es contadora y docente y llevamos veintiocho años de casados. Siempre vivimos en Rosario aunque yo nací en otra ciudad y vine aquí a estudiar a los dieciocho años.

Soy ingeniero de profesión y después de graduarme a los pocos meses empecé a trabajar. Tuve dos trabajos en relación de dependencia a lo largo de mis treinta y dos años de carrera laboral. Podría decir que ese recorrido fue sin pena ni gloria. Pudimos vivir modestamente de mi trabajo y el de mi mujer. Nos fuimos de vacaciones casi todos los años.

Un día, hace algo menos de dos años me llamó la atención mientras me duchaba un ganglio agrandado en la ingle izquierda. Pensé que tal vez tendría que ver a un médico. Siempre me costó tomar esa decisión de ir al médico si no es algo evidentemente urgente. Recuerdo que unos días después estábamos festejando el cumpleaños de quince de mi hija y por un instante pensé: ¿y si es algo serio? Así que al día siguiente hice una consulta médica en la guardia de un sanatorio. “Si no se desinflama en un mes consulte a un especialista”, me dijeron.

Fue lo que hice, pero a los tres meses. Primero tuve que hacer varios estudios para que el médico pueda tener un panorama más completo de mi estado de salud. No encontraron nada importante pero había que hacer una biopsia del ganglio. Entonces quise pedir una segunda opinión médica. Así es que me derivaron a un médico oncólogo. Fui a cirugía y luego la biopsia.

Pensé que en este punto, cuando me entregaran el informe de la biopsia, por fin iba a concluir todo ese recorrido de tres meses entre consultorios, estudios, y quirófano, y que el resultado iba a dar algo irrelevante. Lamentablemente no fue así.  El diagnóstico patológico decía “compatible con metástasis ganglionar de Melanoma”. Creí que posiblemente era un “falso positivo” como a veces ocurre con los resultados. Cuando te dan una mala noticia uno tiende a pensar que debe haber un error. Pero el médico me confirmó el diagnóstico.

Ya había escuchado hablar de Melanoma en mi adolescencia y tenía bien claro que era cáncer. Porque mi padre había tenido un Melanoma ocular. Le tuvieron que extirpar el ojo derecho, lo cual fue bastante traumático. Además, durante cinco años tuvo que hacer controles médicos para asegurar que no surgiera nueva evidencia de enfermedad. Tuvo suerte porque después de esa cirugía vivió cuarenta años. El tratamiento fue la cirugía y pudo curarse gracias a que fue tomado a tiempo.

Mi mamá pasó también por una historia fuerte con su salud muchos años después. En el caso de ella fue cáncer de mama. No tuvo la suerte de mi papá, por decirlo de alguna manera. Ella estuvo en tratamiento siete años manteniendo una calidad de vida buena casi hasta el final. Empezó con cirugía, luego radioterapia, y siguió con quimioterapia hasta que la enfermedad llegó al hígado y tuvo una rápida recaída. La agonía duró tres meses hasta que partió para una mejor vida.

Volviendo a mi caso, había que empezar tratamiento médico urgente. La decisión del médico fue  inmunoterapia. Fue una novedad para mí, no tenía idea de que se trataba. Algo me explicó el médico, y un poco más averigüé por mi cuenta. Es algo parecido a lo que ocurre cuando nos vacunan para alguna enfermedad. Se trata de que el sistema inmunológico aprenda a reconocer y destruir las células de melanoma, que viajan por vía sanguínea y linfática, y las que ya hicieron metástasis tumorales.

Hace un año me aplican por vía intravenosa el medicamento, cada tres semanas, en sesiones ambulatorias que duran una hora. Cuando me siento en el sillón suelo pensar: este es el sillón de los elegidos para viajar al futuro… Pero no es resignación a lo inevitable, más bien es una fantasía esperanzadora.

Cuando empecé con el tratamiento el primer sentimiento que tuve fue la angustia. Es por la incertidumbre que uno tiene de cómo será la respuesta al tratamiento. ¿Y si no hay respuesta?, cosa que ocurre en el 45% de los casos, ¿con que otro tratamiento seguiré? ¿Toleraré el medicamento o tendré efectos adversos? Y si hay respuesta, ¿cuánto hay que esperar para la respuesta total? Y después de la respuesta total, ¿cuánto tiempo voy a estar bajo control? ¿Habrá recurrencia de la enfermedad? Finalmente, la primer cosa que se aprende es que hay que ganarle tiempo a la enfermedad. Recién después pensar en cómo seguir en el camino. Caminante no hay camino, se hace camino al andar…

Uno no habla con cualquiera de su enfermedad. Sólo con los familiares y amigos más cercanos, y si la circunstancia amerita, o si te preguntan. Con aquellos que tenía mucha  confianza solía decir al principio que tenía un nuevo hobby: sobrevivir a una enfermedad mortal…Era como tratar de convertir algo doloroso en un entretenimiento desafiante.

Después está el sentimiento de pena por los seres queridos que comparten con uno el día a día, cuando pensás que puede ocurrir que en algún momento te tengas que despedir y abandonarlos. No sé qué produce más sufrimiento si lo que siente uno por ellos o lo que sienten ellos por uno. Lo mejor es evitar este tipo de pensamientos para que la enfermedad no afecte tanto a tu familia y además a uno no lo ayuda para seguir avanzando. A veces se lucha más con la mente que con el cuerpo…

Una de las preocupaciones, por ahora cada sesenta días, son los resultados de las tomografías PET-CT. Estos resultados permiten evaluar por medio de imágenes la evolución de las lesiones tumorales, es decir, la respuesta que se va logrando con el tratamiento.  Hay tres tipos de resultados, como si cada sesenta días el camino se ramificara en tres direcciones: enfermedad en remisión, enfermedad estable, o enfermedad en progresión. Lo que vaya a dar no es azar, aunque puede ser bastante impredecible, y tampoco es algo que uno pueda modificar con su voluntad. Aquí no aplica eso de que uno es artífice de su propio destino.

Mi mayor preocupación es que el tratamiento es muy costoso, realmente impagable en forma particular. El mismo es solventado en parte por la obra social y en parte por fondos del estado. Por lo tanto, cada sesenta días tengo que presentar los informes de la tomografía  PET-CT y del médico oncólogo tratante para que sean revisados por auditoría oncológica de la obra social. Ya me pasó un par de veces que vi peligrar la continuidad en el suministro del medicamento, por falta de acuerdo entre mi médico y el auditor respecto de la evolución del tratamiento.

A pesar de todo lo mejor que me pasó fue que el tratamiento fuera inmunoterapia. Y además, que me haya permitido ganar un año con respuesta estable sin efectos adversos, es decir con la mejor calidad de vida posible. Por ahora tampoco necesito ir a cirugía y no tengo metástasis en vísceras, sólo hay metástasis en algunas estaciones ganglionares. No es el mejor escenario, pero es uno bastante bueno. El escenario óptimo requeriría que no se encuentre evidencia de enfermedad durante tres años. Aún si lograra llegar hasta ahí en el camino, por el resto de mi vida no se podría asegurar que estoy curado, aunque es muy poco probable de ahí en más la recurrencia de la enfermedad.

Hay que aceptar que una enfermedad como el cáncer es algo que te puede pasar. Nadie tiene inmunidad suficiente para estar exento. Es cierto que se puede prevenir y que tomada a tiempo hay muchas más posibilidades de lograr la cura. Y también que la ignorancia respecto de la prevención se puede pagar caro… Lamentablemente este fue mi caso.

Digo esto porque en 2014 tuve un lunar,  ubicado debajo de la rodilla izquierda, de unos 5 milímetros de diámetro, color marrón pero con un punto negro, que un día empezó a sangrar. No le di importancia, sin saberlo estaba cometiendo un grave error. Lo curé como cualquier herida y en cuestión de semanas se cicatrizó. Es más, un año después comenzó a desaparecer, y hoy ha quedado en su lugar apenas una pequeña peca casi imperceptible. Es muy probable que haya sido el melanoma primario que originó la enfermedad. Por eso si hubiera consultado un médico dermatólogo en ese momento, con una cirugía y posterior biopsia, se hubiera confirmado el diagnóstico y mis chances de lograr la cura hubieran sido de más del 95%.

Así es como llegué a este punto del camino que estoy recorriendo. La esperanza es el recurso más importante con el que cuento de ahora en más. Ojalá mi experiencia con el cáncer resumida en este breve relato pueda servir a otras personas.