Girasol

Confusión! Qué me está pasando? Mi vientre crece, mi período se volvió loco, no entiendo qué sucede.

Los días pasan y todo sigue igual, e incluso se incrementan los síntomas. Pero… síntomas de qué?

Decidí contárselo a Mamá. Ahora la siento nerviosa, parece apurada todo el tiempo.

El ritmo de mis días ha cambiado. Es otro el compás. Hasta tuve que dejar ese trabajo que había tomado un mes atrás.

Duermo poco…sueño mucho. En uno de esos sueños un ángel me habló, mientras me sostenía de la mano cuando estaba perdida, lejos de casa. Me dijo que todo iba a salir bien, que no tenía que temer… Me desperté con una sensación tan extraña, que ese sueño permaneció en mi mente en los días sucesivos.

Hemos pasado por algunas consultas ya, y están listos los primeros resultados.

La médica me cuenta que se trata de un “quistecito o tumor”, que luego de operarme tal vez no pueda ser madre (esto sí y solo si al momento de abrir se encuentran con ciertas complicaciones, lo que implicaría extraer ambos ovarios y el útero). No importa, le contesto desfachatada, adopto! Todo se ve muy fácil desde la juventud irreflexiva, adormecida ante la gloria de tantos días por venir.

 

(Claro, era tan niña aún a pesar de mis 18 años. ¡Todo sabía a desafío superable, era alegre y capaz! Qué podría resultar mal? ¿qué podría ser tan malo?)

 

Mamá y mi familia, en general, actúan diferente. No soy tonta, sé que las cosas no van bien, sus rostros y gestos hacia mí han cambiado notoriamente. Veo miedo sí, veo miedo en sus ojos y hasta desesperación. En mi interior, en cambio, las cosas son distintas. Me siento animada y tranquila, a pesar de no entender bien lo que sucede.

El tiempo pasa imparable, irrefrenable. Cada día una cita nueva, análisis, estudios médicos, lugares, caras nuevas, olores, y sensaciones (en su mayoría desagradables).

Todo aumenta mis ganas de no volver a visitar esos lugares. ¿Cuándo terminará esto?

Me estoy sintiendo cansada, desde Febrero no paramos de andar y el camino es largo.

Mamá no me lo dice, pero la veo asustada, preocupada, y comienzo a pensar. Se acerca el día de la operación y dudo un poco… ¿Irá todo bien? Yo no noto nada raro, solo esos pinchazos, como si una aguja se me incrustara en el lado izquierdo del abdomen, que al principio eran cada tanto y han aumentado ahora su frecuencia. Mi vientre sigue creciendo y no encuentro una posición cómoda, ya no consigo dormir boca abajo ni de costado, el tumor ha crecido demasiado y me cuesta descansar por las noches. Dicen que el volumen de mi vientre se asemeja a un embarazo de aproximadamente unos 7 meses. Mamá me compró un pantalón deportivo azul, es que los jeans ya no me cierran.

La gente me mira diferente, vaya adónde vaya. No sé si es idea mía, pero comienzo a sentir una especie de compasión alrededor. Escuché hablar a los médicos y dicen que no es un caso demasiado común. ¡Mi vientre aumenta de tamaño tan rápido! Pienso, no me conocen ni los conozco, por que se apiadan de mí? Presiento que algo anda realmente mal, aunque nadie me habla de eso.

 

Otro día de visitas en casa, estamos recibiendo con asiduidad a familiares y amigos. Y aunque esto es bueno, no termina de cerrarme la situación. Claro, ahí está otra vez esa sombra en sus caras. ¿Qué les pasa? ¿Qué se quedan viendo? Es lástima, sí, es lástima esa mueca tantas veces repetida que me  provoca dolor. Me siento ofendida. ¿A qué vienen?

No quiero verlos, son como visitantes de un zoológico, desfilan frente a mi cama y yo con mi panza repleta de no sé qué. Estoy enojada, ojala ya no venga nadie más!.

Es Agosto ya pasaron varios meses desde que todo comenzó y dicen que en Septiembre me operan. Estoy algo nerviosa y ansiosa ahora. No sé bien qué pensar.

Por un lado quiero que quiten el quiste de una vez pero… y si sale mal? Y si no salgo de la sala de operaciones? Y si me muero?

Qué va a pasar? Como será? Me van a extrañar? Mis seres queridos van a sufrir mi ausencia. Y mis amigos? Qué va a pasar con ellos? Esto cambia mi postura ante la vida hasta acá: en cualquier momento podemos irnos, mejor estar alerta, querer sí, apegarnos no.

Pero no quiero irme, no todavía. Y más allá d mis miedos, mis dudas, mis deseos, dentro de mí oigo un grito como respuesta a cada pregunta, a cada titubeo. Es un grito furioso, un grito que se nutre de mis ganas de vivir

¡Vamos que esto sigue! ¡Vamos que es con éxito!

¡Vamos que vos podés!

Soy yo quien debe mostrarles ganas y convicción, contagiarlos de esperanza genuina, dejando de mirar esas caras miedosas y esas cejas fruncidas por la preocupación lógica de quienes tanto te aman.

Es la madrugada del Jueves 1º de Septiembre de 1994 (estuvimos desde bien temprano en la clínica). Hoy es la intervención y estoy algo asustada.

Durante los momentos previos, no dejo de hablarme a mí misma “tranquila, va a salir todo bien, es un rato y ya pasa”. Me siento ansiosa ahora, ya quiero estar de vuelta y dejar atrás esta pesadilla.

Las ruedas de la camilla giran y con ellas todo mi mundo. Mi familia espera ahí afuera. Mamá es la primera en tomarme la mano, llora, me besa. Está Papá también, y mi hermano mayor, todos me saludan, me tocan. Me despido con una sonrisa, diciéndoles ¡Ahora vuelvo! Quiero que vean mi ánimo, valor y predisposición. Intento dejarles cierta serenidad y confianza, aunque no alcanzo siquiera a imaginar cómo están sus emociones, revueltas y enmarañadas.

Luces sobre mí, voces a mi alrededor, manos, rostros. Me hablan con dulzura, y todo da vueltas hasta que finalmente me duermo.

Cabe la posibilidad de no volver  a verlos, nunca se sabe…(Pero yo lo sabía, en unas horas estaría de vuelta con una huella en el alma, de esas que no se borran jamás, pero viva, más viva que nunca!)

Fueron varias horas, 4 largas horas para ser exacta. Horas en las que el mundo se detuvo. ¡Sí! Increíblemente el mundo se detiene algunas veces para nosotros aunque no lo creamos.

Ahora, un dolor punzante me despierta, a la vez que me da la bienvenida a la tierra de nuevo. Y un torbellino que aún sigue activo en mi abdomen. Me retuerzo de dolor en la cama, Mamá pide otro calmante a la enfermera. ¡Cómo duele ese pinchazo! ¿O será que toda mi humanidad me está doliendo en este instante?

Luego de algunas horas logro despabilarme. El dolor que al principio se me hacía insoportable, al punto de balbucear pidiendo auxilio, de pronto cede paso a las ideas.

Entonces, ¿Qué pasa ahora? ¿Cómo resultó la operación más allá de que evidentemente estoy viva?

Mamá mientras acaricia mi cabeza dice:

¬ Hija, tuvieron que sacarte todo.

Su voz se oye temblorosa, hondamente triste. No lo analizo demasiado, lo único que me importa es que volví a verla, que volví a la vida. Me asemejo un poco más a Frankenstein ahora, tremenda cicatriz me llevo de trofeo! Pero estoy más o menos entera.

Me quedé sola un instante, ya casi no tenía dolor.  Sentí ganas de ir al baño y me levanté. No debía, pero como siempre fui de hacer lo que me diera la gana lo hice.

Recorrí la habitación, vaya a saber por qué razón me acerqué al placard y lo abrí. Y ahí estaba.

Un frasco transparente y cuidadosamente tapado contenía ese pedazo de mí. Y fue en ese instante uno más  de esos en que el mundo deja de girar, en que le di sentencia. Lo encontré culpable, de todo lo bueno y todo lo malo que seguiría después.

Un nuevo ser nació a partir de su existencia. Queriendo o sin querer mi vida viraría su rumbo ahora. Y, para mi asombro, aquella experiencia sería toda una bendición.

Como era de esperar, la historia no terminaría ahí. Con mi recuperación llegarían más desafíos.

Los exámenes mermaron un poco. Al menos esos que venía  realizando. Por lo que nos dijeron seguía la quimioterapia. Sin saber de qué se trataba, lo averiguaría pronto.

Cambiamos el trayecto esta vez, es mi primer turno con un oncólogo. Este doctor es tan grandote que me intimida un poco y el lugar resulta muy extraño. Hay un olor fuerte y penetrante en el aire. Nos comunica que serán 6 sesiones de quimioterapia. Yo espero que esto también pase pronto  y con el mismo ánimo  con el que enfrenté la operación me dispongo a  atravesar este momento.

Hay personas peladas en la sala, personas de edad avanzada en su mayoría (lo cual me hace sentir fuera de lugar). Una vez más siento esas miradas siguiéndome por toda la sala. La gente pregunta, es que soy tan joven… Mi mirada gira como buscando pistas a mi alrededor. Qué pasará ahora? Qué sigue?

De repente me encuentro sentada en una especie de butaca, está algo reclinada, qué cómoda es! Una enfermera muy amable y cálida pregunta mi nombre. Me cae bien, creo.

El tiempo pasa entre pinchazos y drogas viajando por mis venas. Un gorrito muy simpático cubre mi cabeza cada vez que me siento en esa silla. Es frío. Según dicen me ayudará con la caída del cabello. Por suerte, sin saberlo, algún tiempo atrás lo corté muy cortito.

Estos 6 meses se han hecho largos, no lo paso tan mal. Aunque muchas veces tengo náuseas y vómitos, lo cual no resulta nada agradable. Mamá parece estar padeciendo todo esto todavía más que yo.

Cada vez que corro al baño me sigue, como si fuera a poder evitarme ese momento.

Mis venas están resentidas, ya no quieren más. ¡Y para colmo son tan finitas! A la enfermera le está costando encontrarlas, y comienza a pinchar mis manos.

Duele más: ese líquido frío parece contener pequeños cristales que en su recorrido provocan ardor. Duele mucho más que antes.

Siento vergüenza a veces. Tengo miedo de las náuseas y los vómitos que parecen amenazarme durante cada viaje en tren o en colectivo. Me mareo. Pero me esfuerzo para no demostrarlo.

Algunas personas colaboran conmigo, y así Mamá no debe faltar tanto al trabajo.

Por suerte tengo amigos y familiares que me ayudan.

Mi cabello cae muy poco. Parece que no voy a quedar peladita, aunque es lo que menos me importa.

Falta menos, pero mis pensamientos comienzan a traicionarme. Decaigo un poco.

¿Este tratamiento dará resultado? ¿Y si no? Desde que escuché definir a mi enfermedad con la palabra cáncer estoy asustada. Es cáncer. Y yo que creía que eso les sucedía a las personas mayores ¿Pero entonces por qué a mí? ¿Qué pasaba conmigo? ¿Que había de malo en mi organismo? Mamá le contó a la doctora que algunos de sus hermanos murieron de eso. Así que las dudas me invaden otra vez, no termino de entender cómo funciona esto. Es hereditario?  Si mis tíos murieron, yo también moriré?

Luego de tantos pinchazos, de adaptarme a situaciones nuevas, de sentirme herida en ocasiones por actitudes que escapaban a mi entendimiento, de vivir cada día como un nuevo desafío físico, mental, anímico, he calculado el sentido de la vida y pensado en que habrá más allá.  Mientras las demás chicas de mi edad dedican sus pensamientos más profundos a la mirada de ese chico y ese beso que les dieron ayer, yo, a estas alturas, sólo puedo sentir el peso de varias décadas más sobre mis hombros.

La carrera va llegando a su fin. Los resultados son alentadores. Todo parece ir cerrándose poco a poco.

Han pasado 6 meses, el oncólogo nos volvió a citar hoy. Me siento confiada.

Mientras me acomodo junto a Mamá para oírlo, mis sentidos juegan con los objetos que encuentro a mi alrededor. De repente me encuentro con sus ojos, me mira tan serio! Sin lugar a dudas la experiencia más importante y las enseñanzas más trascendentes tienen que ver con este período de mi vida. Los sonidos se hacen más lejanos, como ecos durmiéndose allá, en la inmensidad del tiempo.

-Bueno, querida, a partir de hoy tu segundo cumpleaños será el 1º de Septiembre.