Tairo Dajadi

Han sido muchas las maneras en que Dios se ha manifestado en mi vida, sin embargo hasta los cincuenta y dos años fui un creyente postizo, pues solamente seguía la tradición católica de mi familia. A pesar de que la Fuerza que mueve el Universo me enviaba señales contundentes, yo no abría las puertas de mi corazón y no estaba convencido de su existencia.

Dios ha estado conmigo y su presencia en mi vida me ha dado la fuerza para enfrentar lo que se me vino encima hace casi año y medio. Por principio de cuentas, voy a narrar la forma en que se dieron cuenta los médicos de que tenía yo incrustado en los pulmones y ya haciendo metástasis hacia otros órganos, incluyendo los huesos, un tumor. A manera de broma yo digo que iba pasando por ahí un tumor, y yo, no tenía qué hacer y me atravesé en su camino.

Dicen los doctores que por lo menos dos años antes del diagnóstico había empezado a desarrollarse el tumor, pero por estar metido en el fondo de mi cuerpo, sin dolerme, sin sangrar, sin ningún síntoma externo; no sabíamos de su existencia. De no haberlo descubierto tal vez habría pasado un tiempo más, cuando ya fuera demasiado tarde.

Hoy, con el espíritu un poco más abierto y con mayor sensibilidad para aceptar a Dios, yo veo su poder misericordioso para ayudarme a enfrentar la enfermedad. Por eso, voy a empezar a narrar cómo se descubrió. Resulta que en febrero de 2017 enfermé de una tos un tanta rara, pues no iba acompañada de aumento en la temperatura, dolor de cabeza o estornudos, misma que atendí con médicos generales quienes me recetaban los medicamentos usuales para atender una gripe, pero como no había resultados fui con médicos naturistas, una internista, un alergólogo y hasta finalmente llegar con un neumólogo, para esto ya habían pasado siete meses y ninguno acertaba en el diagnóstico. La tos se iba y venía, pero en los episodios más difíciles se me iba la voz, situación muy desagradable porque soy docente y precisamente la voz era mi herramienta más utilizada. Mis familiares y compañeros de trabajo, cariñosamente me reprendían por lo que consideraban una gripe mal cuidada.

Fue hasta que llegué con un neumólogo, quien a través de una radiografía, se dio cuenta de que algo andaba mal y me recomendó hacer una tomografía, al revisar el estudio, encontró el tumor. Fue una tarde del tercer jueves de octubre del 2017 que me comunicó el resultado, como yo trabajaba en la capital de mi estado, Pachuca, vivía solo, cuando salí de su consultorio iba aturdido y tenía claro que no podía buscar a mi familia para decirle de golpe este diagnóstico, le marqué a un gran amigo de toda la vida quien me invitó a cenar a su casa, con él y su pareja me desahogué esa noche.

Debo reconocer que no fue fácil asumir mi responsabilidad en haber desarrollado la enfermedad, pues sabedor de mi herencia genética –varios familiares han muerto de cáncer- no cuidé los factores de riesgo, unos años de mi vida metido en excesos de alcohol y como fumador pasivo en lugares saturados de humo, mala alimentación y sobretodo, una vida llena de estrés. Quiero abundar en este aspecto porque debo decir que me envicié de una manera de trabajar en la cual, los elogios abundaban por los resultados que se obtenían en la institución educativa donde laboraba pues a nivel estatal yo era el encargado de la formación de las figuras docentes, resultados que se lograron a costa de mi salud.

Había quien sabiamente me decía, descansa un poco, duerme un poco más, aliméntate bien, vete de vacaciones con la familia. No culpo a nadie, fui yo quien asumió así la vida, no me di tiempo para mí, en los últimos años me extravié tanto que estaba a punto de perder a mi familia.

Mirar las cosas así, me permitió tener una apertura hacia nuevas experiencias. Dado que me quedaba clara mi responsabilidad, de entrada, no reclamé ¿por qué a mí? y justamente esta apertura me permitió asimilar muchas cosas, como darme cuenta de las cosas que Dios iba poniendo en mi vida y darles el valor que les corresponde.

De entrada, tuve que reconocer que en mi situación, no había de otra que asumir la voluntad del Altísimo, hablé con mi familia, justamente el día en que nos dieron los resultados de la biopsia y ratificaron que era un tumor maligno, nos sentamos juntamos y hablamos abiertamente del tema, efectivamente, lloramos un buen rato, nos abrazamos con desesperación, pero días después les dije que no quería verlos tristes, porque la tristeza atrae malas energías y que debíamos comprender que en esta situación, no había más que “de dos sopas” una, en la Dios podría haber determinado que ya me había dado la oportunidad de vivir y que era tiempo de irme con él, a algún lugar de descanso, sin sufrimiento y sin las preocupaciones mundanas, la otra; que Dios dijera que me dejaba un tiempo más para cumplir las misiones que me encomendó después del accidente del 2002 y donde yo no ese caso del mensaje que me había enviado para componer mi vida, les dije: eso es tan grande que nos rebasa a todos, así es que ¿para qué sufrir?
¿Qué ganamos con llorar? Mejor estemos contentos, pasemos más tiempo en familia, comamos juntos, disfrutemos de hacer tantas cosas que el camino hemos dejado olvidadas. Recordé las cosas que a veces, uno de manera facilona les dice a los enfermos, la importancia de reír, de estar contentos, de cómo el estado de ánimo es determinante para enfrentar la enfermedad.

El viernes de esa semana tuve una visita inesperada, mi jefa, la Delegada Estatal S.A.A.E, de la institución para la que trabajaba organizó una visita sorpresa. Por la mañana estuvo en casa mi gran amigo y compadre C.B.R., quien me refrendó su apoyo y solidaridad, pero yo no me di cuenta de que al despedirse, se puso de acuerdo con mi esposa y mi hija para la visita. Por la tarde noche, yo estaba charlando con mis amigos G.A.M. y B.C.B., cuando escuché la voz de mi jefa, pensé, viene con su hermano y alguien más, grande fue mi sorpresa al ver que van entrando todos los compañeros del equipo de trabajo, con quienes por años hemos vivido un montón de experiencias en el campo pedagógico y en el ámbito de la amistad, recibí con sorpresa pero con enorme emoción su visita. Fue una noche inolvidable, me hicieron reír como hacía mucho tiempo no lo hacía. Esta experiencia es relevante porque marcó el inicio de mi recuperación emocional. Gracias a la visita de aquel viernes por la noche, fue el inicio de mi renacimiento, me dieron fuerzas para seguir, me llenaron con su ternura, con su aprecio.

Otra anécdota importante que quiero compartir fue que en la quincena posterior a que me confirmaron el diagnóstico de cáncer, recibí la llamada de una persona de la Huasteca, un varón a quien apodan Kena, que en náhuatl significa “si”. Me dijo que él era egresado de la misma normal que yo y que se había enterado de mi situación y me llamaba para compartirme su experiencia, yo estaba muy apenado porque no me acordaba de él, me refirió que él es sobreviviente de cáncer desde hace 27 años, curiosamente, el tipo de tumor que tuvo, era muy semejante al mío. Me compartió que en 1990, obviamente la tecnología médica estaba menos avanzada y en lo que hoy a mí me diagnosticaron con tomografías y una broncoscopia, a él le abrieron el tórax por la parte del esternón, estaba en una situación tal que los médicos dijeron que le quedaba un mes de vida, pero, con la fuerza del amor, sus familiares exigieron que le atendieran. Me dijo: hace 27 años me dieron un mes de vida, me dijeron que no iba a poder tener hijos y soy padre de dos hijas maravillosas. Se me hizo un nudo en la garganta y derramé muchas lágrimas, situación que se repite ahora que escribo esto; le manifesté mi respeto y mi agradecimiento.

Lo más importante de esta conversación es que dijo: ¿Sabes por qué salí adelante? Porque nunca perdí la fe, un año estuve en el hospital, pero nunca me solté de la mano de Dios. Es la hora en que físicamente no recuerdo a esta persona, pero se tomó un tiempo de su vida para regalarme un testimonio que me llenó de fuerza, de plenitud, de confianza en Dios.

De sorpresa en sorpresa, lo mismo recibí la visita un domingo por la mañana de don Vicente, campesino de mi comunidad quien a pesar de su pobreza me hizo un donativo que me hizo llorar o la extraordinaria visita de una maestra a quien no veía desde hace 25 años y quien vive a horas de distancia, cómo se enteró, cómo tomó la decisión de ir de tan lejos a visitarme no lo sé, pero de verás que contribuyó en la sanación de mi alma. Llegaron los compadres, mi primo y su esposa, el cierre de ese domingo fue impresionante porque la esposa de un tío de mi mujer dirigió una oración, esa noche en familia lloramos, reconocimos errores y nos pedimos perdón.

He reconocido lo que dejé de hacer y he sentido pena ante tanto cariño, tanto afecto, porque en mi interior sé que fallé, sé que pude haber sido mejor maestro, mejor amigo, mejor padre, mejor en todo si hubiera sido menos negligente. Ya pedí perdón por eso pues en la visita de un sacerdote el lunes 4 de diciembre de 2017 reconocí que hace 15 años Dios me dio una oportunidad y yo no la aproveché a plenitud, que dejé de hacer muchas cosas, que me fui perdiendo en el camino.

Un martes de mediados de diciembre llegó mi amiga Carmen para trabajar algunas técnicas de tanatología, para ayudarme a aprender a aceptar mis pérdidas y reconocer las enseñanzas que se pueden obtener de esta experiencia. El ejercicio fue muy duro, muy confrontante sin embargo al término me sentí tranquilo y con ganas de perdonarme a mí mismo.

El apoyo de mi familia, de mi hermano a quien yo le pagué muy mal porque nunca hice por ir a visitarlo a Estados Unidos, cuando tenía yo toda la posibilidad de tramitar la visa. Sin embargo, él y su familia no repararon en ello, desde el principio manifestaron todo su apoyo, en lo emocional y hasta en lo económico.

A pesar de tantos agravios a la gente que me quiere y por quien yo siento especial afecto, su cariño se ha manifestado ahora más que nunca y detrás de todo esto, esta Dios, si no cómo explicar que en marzo de 2017 llegó a mi lugar de trabajo la representante de seguros y me convenció de ampliar la póliza que tengo contratada desde hace años con su empresa, para tener cobertura de cáncer, debo confesar que al estampar mi firma y hacer cuentas de lo que me iban a descontar quincenalmente, ya me había arrepentido. Ironías de la vida o la mano de Dios, firme la ampliación de la póliza ocho meses antes del diagnóstico y hoy al enfrentar esta enfermedad, ha sido de mucha ayuda este seguro.

Cuando mi familia me comentó que habían planeado un convivio donde pensaban invitar a todas las personas que me habían visitado, tuve el impulso de decirles que no, que no me parecía pertinente, sin embargo, recordé que en otras épocas, siempre que estaban animados para organizar una fiesta, yo me negaba por el temor a gastar.

En este trance ha habido momentos en que los comentarios de amigos y conocidos, con sus opiniones hacían tambalear mi fe diciendo que ya habíamos dejado pasar mucho tiempo, pues de octubre de 2017 la atención en el hospital empezó a finales de enero de 2018, pero yo estaba convencido de los tiempos de Dios llevarían todo a buen término, y así fue.

Debo reconocer que tuve momentos de flaqueza y desesperación. Cuando la gente me decía que debía dejar todo en orden, me pesaba el no haber escriturado la casa y un terreno que había adquirido durante mis años de trabajo. Entonces, a veces me ganaba la preocupación y entraba en mí el miedo y la duda de haberme equivocado.

Por ejemplo, una tarde noche, un día después del convivio de “Celebración a la vida” donde por momentos estuve expuesto al rigor del frío… sentía mucho dolor en la espalda y unas flemas no me dejaban respirar bien sintiendo síntomas de asfixia, en ese momento permití que me invadiera el miedo y le exigí a mi familia que trajera a casa algún médico que me revisara, a duras penas lograron que la Doctora Xóchitl viniera a revisarme.

Otro día el miedo vino de un sueño terrible, yo iba montado en una bicicleta viejita, iba por un camino que actualmente está pavimentado pero en ese sueño todavía era de terracería, cuando iba cerca del puente que está sobre el canal de aguas negras que viene de la ciudad de México, una persona, de sexo masculino, alta y pelirroja, me detuvo y me dijo: tú me gustas chaparrito, soltando enseguida una carcajada que me lleno de miedo, monté la bicicleta y salí huyendo rumbo al poblado próximo, con este individuo detrás de mí, en algún momento ya no iba yo sobre el camino sino dentro de una zanja y en una compuerta estaban sentadas dos personas, conocidas mías, vestidas de blanco, a quienes con desesperación les hablé de ese individuo y ellas con mucha calma, me dijeron: no se preocupe, usted siga, nosotras lo detenemos.

Anécdotas como estas he tenido muchas, curiosamente ocurren cuando dejo que el miedo entre a mi corazón y permito que la desconfianza y la duda me asalten. Recuerdo que una ocasión en que el dolor era insoportable y ya no podía ni levantarme de la cama, pensé en la posibilidad de dejarme ir, de ya no resistirme y descansar, mi familia se dio cuenta del estado en que me encontraba, al grado que mi hijo y mi pareja me dijeron que no me preocupara, que si para dejar de sufrir esos dolores tenía que irme, que ellos lo entendían, que si mi ocupación eran ellos, que yo podía estar seguro de que saldrían adelante, pero ¡oh maravilla! Ese día por la tarde llegaron a visitarme mi madrina de bautizo, su hija y su nieta. En la plática, la hija de mi madrina me empezó a relatar su historia relacionada con cáncer en la sangre, justo cuando iba a cumplir quince años de edad. Conversamos sobre el viacrucis de la enfermedad y de cómo ella junto con su familia habían peleado hasta vencer la enfermedad.

Comentó que ella estaba muy agradecida con Dios por haberle salvado la vida y que al paso de los años se enamoró y contrajo matrimonio, pero pasaron los meses y los años, y ella anhelaba tener un hijo pero no se podía embarazar. Su familia cuenta con recursos económicos y la apoyaron para consultar a los mejores especialistas pero nada. Incluso el oncólogo que le atendía le dijo: ya Dios te hizo el milagro de dejarte, agradece y confórmate con eso. A pesar de lo dicho, ella siguió buscando hasta que un día, desesperada la ginecóloga golpeó el escritorio y le gritó que entendiera que ella nunca iba a poder tener hijos, cuál va siendo su sorpresa que meses después resultó embarazada. Muy orgullosa me acercó a su hija, hoy de siete años y me dijo: mira, aquí el nuevo milagro de Dios. Yo sólo di gracias a Dios por enviarme el mensaje correcto en el momento adecuado.

Fueron días en los que no podía caminar por mí mismo y en los cuales, me era imposible levantarme de la cama y mi esposa tenía que ayudarme. Cuando recuperé la confianza en Dios, pude caminar por mí mismo y levantarme solo.

Antes que otra cosa, quiero advertir que si bien, las primeras semanas, entre la confusión y el miedo, me asumí como enfermo, debo decir que hubo un momento de quiebre en el cual, tomé la determinación de no actuar como enfermo, me dije que iba a luchar y que no tenía permitido doblegarme, claro, dicho de esta manera puede parecer una blasfemia y hasta soberbio de mi parte; pero debo decir que muchas cosas sucedieron para que poco a poco, yo fuera aprendiendo de esta situación y de este modo pude actuar de manera más consciente sobre la enfermedad. Primero, entender que hay un componente genético que predispone, que hay factores ambientales como el polvo de las fábricas de cemento, los deshechos de la refinería y del parque industrial, la contaminación del agua, el cigarro y los excesos en las bebidas embriagantes de mi época de mayor alcoholismo, pero el factor más importante tiene que ver con los factores de la vida cotidiana, con la mala gestión de las emociones, con el dejar que el estrés laboral detonara la enfermedad. Entonces mi conclusión fue, si yo detoné la enfermedad por tal y cual situación, entonces yo puedo, con la ayuda de Dios, de los médicos y de mi familia. intervenir para revertir las causas que alimentaron a lo di en llamar “el monstruo que vivía en mí”

En efecto, recordé la película de Alien, el octavo pasajero, donde un monstruo del espacio, inoculaba sus huevos dentro de los seres humanos y estos crecían dentro hasta que eclosionaban matando a la persona. Con esa imagen en la mente, me dije que no iba a alimentar más al Alien, que debía disciplinarme en la parte emocional, la alimentación y la medicación. Ya un oncólogo me había explicado cómo se reproducen las células cancerígenas y cómo las combate el medicamento, entonces me dije: así es como yo puedo contribuir al combate de la enfermedad.

Debo decir que en su momento no fui consciente de cómo la mano de Dios fue acomodando las cosas para que yo llegara a donde tenía que llegar. Me explico, yo soy derechohabiente del ISSSTE y por lo tanto, mi enfermedad tenía que ser atendida en alguno de los hospitales nacionales de esta institución, sin embargo, aquí empieza a funcionar la mano de Dios.

El diagnóstico lo hizo un médico que trabajaba de manera particular y en el ISSSTE por la tardanza en los tiempos de atención, yo preferí consultarlo como particular, pero cuando vi los costos para hacer la broncoscopía le pedí que me atendiera en la institución referida. Por todos los medios el trató de convencerme de que era muy complicado y que era preferible hacerlo en sanatorio particular donde alternaba su trabajo con el que desempeñaba en el hospital de gobierno. Yo me negué argumentando que era muy alto el desembolso y que yo no contaba con el efectivo para hacer ese estudio, noté que se molestó y me despedí de él. No sabía lo que me esperaba.

Me fui al ISSSTE en las fechas que se celebraba la festividad del Día de Muertos y grande fue mi sorpresa que para darme consulta, era dos de noviembre, sólo para darme consulta me programaron hasta el mes de enero de 2018. Le dije a mi esposa que me esperara y que yo iba a buscar al doctor que me había atendido de manera particular. Me metí al área reservada para los médicos, hasta que lo encontré, estaba jugando al solitario en su computadora. Se contrarió de verme ahí pero dada mi necesidad yo le insistí en que me hiciera el estudio ahí con los recursos de la institución pues yo había cotizado por más de treinta años. De mala gana me programó para el lunes siguiente y me dijo que me presentara al área de urgencias, no olvidó remarcar que iba a ser muy difícil.

El lunes siguiente, a primera hora me presenté a urgencias y ahí, me diagnosticaron alta presión arterial, así que una enfermera me dio una pastilla, minutos después me desvanecí, me atendieron sin embargo minutos después volví a desmayarme cayendo sobre el piso helado. Desperté y me acostaron en una camilla para que reposara. La enfermera me había dado una pastilla con una dosis al doble de lo que necesitaba.

Más tarde pasé a urgencias. Ahí me canalizaron y estuve de pie hasta las siete de la tarde, hora en que al fin le asignaron cama a un paciente y entonces pude sentarme en una silla dura, ahí permanecí hasta las cuatro de la tarde sin probar alimento. A esa hora, mi familia empezó a presionar, a través de un representante sindical, para que me asignaran una cama, fue hasta la madrugada del miércoles que me instalaron en una camilla, todavía en el área de urgencias, esto se logró gracias a la presión de mi familia y de la jefa de enfermeras quien estaba muy molesta porque el neumólogo ni siquiera se había asomado.
Como mi esposa fue con el director, fue hasta el miércoles por la tarde que esta persona se dignó presentarse, en tono agresivo me dijo que él me lo había advertido, así que no entendía por qué tanto escándalo. Yo creía que me programaría inmediatamente pero grande fue mi sorpresa cuando me dijo que el estudio la haría hasta el día viernes, me tuvo internado una semana para una broncoscopia. Debo decir que también me tuvo sin recibir alimento hasta el miércoles por la noche.

Un amigo doctor me dijo que era nefasta la actuación de esta persona, que pudo haberme citado por la mañana de cualquier día de la semana y por la tarde darme de alta. Desafortunadamente el doctor de marras se salió con la suya, después de hacer la broncoscopia, le dio a mi esposa las muestras y le dijo que si le urgía, que hiciera el estudio en un laboratorio particular porque ahí le iban a tardar por lo menos, dos semanas, le dio la tarjeta de un laboratorio particular. Días después se confirmó el diagnóstico: cáncer en el pulmón con metástasis.

Fue a raíz de esta nefasta experiencia que yo decidí que no quería saber nada del ISSSTE. Y aquí intervino otra vez el Divino, vinieron a visitarme unos familiares que han padecido de esta enfermedad y tienen doctores conocidos en el Hospital Juárez, gracias a su intervención, me atendieron y la doctora A. fue muy sincera al decirme: mira, tu enfermedad es grave, estas en un nivel 4 pues ya hizo metástasis, lo que yo puedo ofrecerte son quimioterapias pero desgraciadamente eso no funciona en este padecimiento. Vamos a tratar de que te reciban en el INCAN o en el INER, donde si manejan los medicamentos que necesitas.
Mi hija había ido por los resultados de los estudios y se los llevó a la doctora A. cuando los revisó dijo que el resultado era positivo, mi hija le preguntó si eso era bueno y ella dijo, muy bueno porque se confirma que es candidato al tratamiento.

Otra vez, un obstáculo más, por ser derechohabiente del ISSSTE no era susceptible de ser atendido en el INCAN. Entonces, la doctora A. me recomendó que me presentara al hospital 1º de Octubre para que esta institución me protegiera legalmente ante la institución donde trabajaba y a través de las amistades de la doctora O. del ISSSTE vieran la manera de entrar a un programa especial del INCAN.
Fue la doctora O. quien me conectó con una amiga que trabaja en el INCAN. Al hacer el estudio socioeconómico me ubicaron en el nivel 6, donde todo salía muy caro, yo le manifesté mi preocupación a la trabajadora social y ella me dijo que la única manera de que me bajaran de nivel era que pudiera ser incluido en algún protocolo, afortunadamente cuando me recibieron en la unidad funcional de tórax los doctores vieron que era candidato para ser incluido un protocolo, así fue como llegué a esta bendita institución, donde he recibido una excelente atención y los medicamentos que me han aplicado, han dado buenos resultados.

En esta institución me han ayudado a mantener la confianza en que juntos podemos dar la batalla, yo creo en ellos porque me han dado muestras de su talento y capacidad pues baste mencionar que al inicio del tratamiento el antígeno de cáncer estaba en 1800 y hemos llegado a bajarlo a 130, más del 90 por ciento de disminución.
Estos logros me han dado la fuerza para reemprender proyectos que por estar inmerso en la dinámica de mi trabajo anterior, no les di el tiempo para llevarlos a cabo y cuya realización me mantiene con ánimo para seguir, ya terminé de escribir dos libros, ya publiqué un libro de cuentos y sigo trabajando esperando vivir lo suficiente para compensar a mi familia por todo el tiempo que los dejé solos y para terminar los proyectos que tengo en mente.

Todos estos acontecimientos han hecho que yo dejara de ser un creyente postizo y me hicieron abrir mi corazón aceptando que hay un poder superior haciendo que me mantenga optimista porque se ha fortalecido mi fe. Ahora sé que el Creador me llevó, de mano en mano hasta llegar a donde debía llegar, donde he encontrado respuestas a mi necesidad de sanación de modo que puedo mirar al futuro sabiendo que puedo estar con buena calidad de vida y sólo le pido a Dios que me permita terminar seguir…