Su pasión por la vida y el amor incondicional de su familia la ayudaron a superar el cáncer


En 2017 a Solange le diagnosticaron un Linfoma de Hodgkin y recibió 12 sesiones de quimioterapia. “A veces, lo que parece terminal es sólo una nueva oportunidad de entender un poquito más la vida”, asegura.

El 12 de enero del 2017 Solange Narváez (29) estaba de vacaciones en su trabajo y fue a ver a un médico clínico porque no se sentía bien. En el último tiempo se venían manifestando varios síntomas en su cuerpo que la asustaban. Tenía miedo. Se le habían inflamado los ganglios en el cuello y la clavícula y estaba perdiendo peso.

“Me sentía cansada con un desgano que no era propio en mí ya que los que me conocen saben que no me quedo quieta. Estaba bastante flaca, en ese momento llegué a pesar cerca de 48 KG (mide 1,70) y si bien siempre fui delgada, había bajado 8 kilos en poco tiempo. Ese día empecé una seguidilla donde los sanatorios, laboratorios y centros de diagnósticos por imágenes fueron mi casa. Me traslade a Corrientes Capital (había nacido en la ciudad de Paso de los Libres aunque a los tres años se fue a vivir con su familia a Monte Caseros) para continuar haciéndome todo tipo de estudios y no tenía un diagnóstico certero.
Creían que era un virus y me habían derivado a un infectólogo. Luego, a una neumonóloga porque se había visualizado algo en el pulmón y sospechaban que el virus estaba ahí”, recuerda Solange, a la distancia.

El 10 de febrero de ese año le extrajeron tres ganglios de la clavícula y a través de otro procedimiento le sacaron líquido del pulmón.

– ¿Le hablaron de Linfoma? –le preguntó uno de los médicos a su mamá.
-No –le contestó asustada.

-La patóloga encontró mucho material. Hay que confirmar lo que vio –insistió el especialista. 

Creo que fueron los peores días de mi vida” 

Más allá de las presunciones iniciales Solange debió aguardar 20 días los resultados de la biopsia que confirmarían o no si realmente padecía esa enfermad. “La espera fue horrible. Creo que fueron los peores días de mi vida. La incertidumbre es, creo yo, el peor estado anímico del ser humano. Tenía un nudo en la garganta y si bien intentaba hacer otras cosas, esa sensación de angustia volvía cuando recordaba que pronto estarían los resultados. Yo presentía que no iba a ser algo bueno. Mi mamá, en cambio, confiaba y tenía esperanzas de que se tratara de otra cosa”.

A los 20 días Solange debía llamar por teléfono y ni ella ni ninguno de sus familiares más íntimos se animaban a hacerlo.  Finalmente, su hermano tuvo la valentía de decirle aquel 2 de marzo que esas sospechan se habían confirmado y que tenía Linfoma de Hodgkin tipo esclerosis nodular.

“Si bien algo había escuchado no sabía bien de que se trataba y qué era. El linfoma es un cáncer que afecta el sistema linfático. Me acuerdo que a mi mamá le costaba decir que eso era cáncer. Fue una trompada muy dura que me dejó tambaleando. Sentía que el resto seguía pero yo no, que me había quedado estancada, paralizada ante mi realidad. Y así lo vivió mi familia conmigo.

Esta era la primera certeza en dos meses. Tenía un camino muy duro a seguir, pero un camino al fin”, recuerda.

Cuando las penas se comparten se hacen más livianas

El 6 de marzo conoció a su hematólogo, quien le confirmó que debía realizar quimioterapia. Al día siguiente le punzaron la medula ósea para ver si la enfermedad había avanzado hasta ahí, pero esa situación no había ocurrido. “Fui acompañada, ese día éramos una patota en la consulta y me hicieron el aguante.

Dicen que cuando las penas se comparten se hacen más livianas. Y así fue. Ese día cuando volví al departamento de mi hermano lloré y ellos conmigo. Pablo (su hermano mayor) me dijo: ´Hoy llora todo lo que quieras y mañana cambiamos el chip´”.

Solange recibió 12 sesiones de quimioterapia. No fue fácil, cuenta,  pero sabía que era el camino que debía recorrer para volver a sanar. “Tenía un ángel ahí, Iris, la enfermera que con amor hacia todo más pasajero. Y afuera estaba mamá, en la sala de espera aguantándome todo el tiempo que duraban las quimios. Mi familia me cuidaba y todos juntos transitamos el tratamiento”.

Hace nueve años que Solange está de novia con Fabián y él también estuvo acompañándola durante todo el proceso. “Él siempre me cuidó y me contuvo. Y si bien siempre se mostraba fuerte para mí, lo vi llorar dos veces: cuando me dijeron que debía hacer quimios y cuando escuchó el resultado de mi primer Pet que había dado bien. La gente a veces es cruel, hasta me llegaron a decir que otros en su lugar se habrían borrado. Los sentimientos se ponen a prueba en estos tiempos adversos. Y ahí siguió el amor y la compañía”, se emociona.

La importancia de transitar la enfermedad entre pares 

Durante las sesiones de quimioterapia Solange conoció a otras personas que, al igual que ella, debían afrontar esa situación para recuperarse y salir adelante. “Me senté en el sillón, con miedos, en esa sala llena de personas que charlaban a loco y que querían conocerse. Hablé con otros pacientes, conocí a muchos con los que compartí cada 15 días esas horas de quimio. Con Mariela nos habíamos cruzado cuando ella salía de quirófano y yo entraba el día de la cirugía. Ambas con diagnósticos distintos pero ahí, juntitas sillón con sillón. Ella es del interior como yo, coincidimos muchas veces en la quimios y nos hicimos el aguante en las últimas que nos quedaban. Hablábamos mucho y actualmente seguimos en contacto por whatsapp. Y en los controles de cada una, siempre mandándonos buenas energías”.

Además, buscando por Internet, Solange se contactó con la Asociación Linfomas Argentina que fundó Haydde González en el año 2005 luego de que le diagnosticaran un linfoma folicular. “Es un grupo que sirve de guía al paciente que cuando recién empieza no sabe para dónde ir. Siempre es bueno leerlos y conocer otras historias. Valoro muchísimo su labor de concientización”. 

“El cáncer no es una enfermedad terminal”

Solange finalizo las quimios un 22 de agosto y al poco tiempo le confirmaron que estaba en remisión y que debía seguir con los controles periódicos. “De las experiencias más duras uno puede sacar lo positivo. Y si bien a veces me dicen que es pasado pisado, yo pienso que me sirve. Es una vara de medición de los problemas. Hoy no me quejo de tantas cosas cuando sé lo que debe vivir un paciente. Y entiendo que la vida es efímera, que hay que vivirla y disfrutar el hoy. Y eso es lo que quiero para mí: paz, amor y salud. Viajar y atesorar momentos. Disfrutar de mi familia. Lo demás, cuando uno vive estas experiencias, son solo cosas superfluas. El cáncer es una enfermedad, pero no me gusta cuando la califican de terminal. Hay que poner todo de uno para volver a sanar. Siempre hay algo para hacer y el linfoma tiene buenos pronósticos”.

Actualmente, Solange vive en Corrientes Capital y trabaja en el Poder Judicial. Cada tres meses se hace los controles que vienen arrojando buenas noticias. Además, se alegra al decir que recuperó los 15 kilos que había perdido a raíz de la enfermedad. Confiesa que le encanta ir al cine y que siempre busca conocer algo en la música que la emocione. Sale a caminar con su perrita Lola y de a poco va haciendo actividades que le demandan más fuerza. “También rendí mi licencia de conducir. Y me voy proponiendo metas. Estoy feliz y agradecida”.

Una nueva oportunidad

Solange también se permite la posibilidad de poder hablarles a aquellas personas que están afrontando una situación similar a la que vivió ella hace algunos meses. “Les diría que siempre tengan fe. Que siempre hay algo para hacer. Hoy en día hay muchas alternativas. Que a veces lo que parece terminal, es sólo una nueva oportunidad de entender un poquito más la vida y lo que vale realmente es lo simple. Ni la plata, ni un cargo. La enfermedad nos iguala. Hay que visitar al médico, la importancia de un diagnostico a tiempo es primordial”.

¿Qué nos deja la historia de Solange?

Una de las cosas más importantes del legado de Solange es haber podido pasar esos duros momentos acompañada por el amor incondicional de su familia y de su novio. Además, resultó esperanzador el hecho de haber compartido las instancias de quimioterapia con otras personas (grupos de pares) que estaban atravesando situaciones similares. Pero me quedo con ese amor y con esas ganas que ella le pone día a día a su sanación, a sus proyectos, a sus sueños. En definitiva, es una enamorada de la vida.


Alejandro Gorenstein